Domingo 20º del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Lucas 12,49-53:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».


Palabra del Señor

La obra de Lucas- evangelio y Hechos- están escritos como una continuación de las escrituras israelitas para evidenciar que el cristianismo y la misma vida de Jesús no eran una superstición novedosa, sino algo integrante de una religión antigua y venerable.

Pero esa supuesta religión antigua estaba ya adulterada y manipulada por el Templo, sus doctores, y sacerdotes. Lucas tiene en sus manos el documento Q, muy cercano a Jesús, en el que se recogen algunas de las frases de un Jesús que aún a nosotros nos parecen duras.

“He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!”

Afirmaciones propias de un revolucionario. Palabra perversa para una sociedad aburguesada, pero el sueño para la que fue abandonada y muere de hambre, sed y enfermedades crónicas. Hoy hay continentes en la tierra esperando una revolución.

Estas palabras de Jesús suenan de forma muy diferente dependiendo del país en el que se dicen. Lo peor es que los que vivimos bien nos hemos fabricado un reino de Dios con templos y cleros más cercanos al que eliminó a Jesús que al que dijo estas palabras.

Detrás de las críticas a Francisco están dos conceptos de iglesia de Jesús.

Muchos cardenales de larga cola roja dicen: “con Ratzinger vivíamos mejor”.

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división

¡Qué mal encajan estas palabras con la mayorías de imágenes de Jesús que presiden nuestros retablos.

Y es que nos gustan más los Cristos con su pecho abierto y rostro meloso.

Luis Alemán Mur