Frase evangélica: «Señor, enséñanos a orar»

1. Según la Escritura, la oración es un diálogo de fe con el Dios personal a partir de su acción creadora, salvadora y santificadora. Está en relación con los hechos de salvación. De ahí que surja como acción de gracias a Dios y de petición del cumplimiento de sus promesas. También está la oración bíblica en relación con los pecados de Israel, colectivos y personales.

2. El evangelio de Lucas insiste de un modo especial en mostrar a Jesús orando. En los muchos momentos de intimidad con su Padre, incluido el instante decisivo de Getsemaní, Jesús ora por sí mismo y por sus discípulos, y siempre en relación a su misión. Es innegable la importancia que tiene en los evangelios el Padrenuestro, en sus dos versiones: la de Lucas (más breve) y la de Mateo (más larga). En la oración dominical, Lucas, tras dar a entender que la oración es filial (a Dios se le llama «Padre»), pide que sea santificado su nombre (en Israel, el nombre es la persona) y que venga el reino (que reine Dios con su justicia). E indica que, para vivir como discípulos la espera del reino, es preciso compartir el pan, perdonar y pedir perdón y estar al abrigo de lo diabólico.

3. La Iglesia comenzó a orar desde la base judía de la oración, formulada por Jesús en el Padrenuestro, que se resume en la glorificación del nombre de Dios y en el establecimiento de su reino. A la luz del Padrenuestro, la petición es adoración. Se reza el Padrenuestro litúrgicamente tres veces al día (laudes, eucaristía y vísperas). La oración es central en la celebración, es el instante místico y es diálogo con el Padre, por el Hijo, en el Espíritu. Junto a la oración litúrgica están la oración personal y la oración popular.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Oramos de veras? ¿Cuándo?

¿Qué le falta y qué le sobra a nuestra oración?