Frase evangélica: «Haz tú lo mismo»

1. «Prójimo» equivale, en el Antiguo Testamento, a «hermano», es decir, a cualquier miembro del pueblo de Dios, de una misma alianza. Ser prójimo de alguien es entrar en compañía amistosa o amorosa con él. Desde una perspectiva profética, «prójimo» significa «el otro», no sólo el «hermano», aunque muchos aplicaban restrictivamente ese concepto únicamente a los hermanos de la alianza. De ahí las discusiones. Lucas no entra en las controversias teóricas; le preocupa más el hacer que el decir: «haz tú lo mismo», y vivirás. Lo que le importa es la regla de vida, no la disertación. De ahí el relato ejemplar de la conducta del buen samaritano.

2. Jesús muestra que el prójimo no es simplemente el «próximo», ni sólo el hermano de sangre o de fe: es el necesitado, el desvalido, sea patriota o extranjero, amigo o enemigo. El gran mandamiento del amor a Dios va unido en la Escritura al mandamiento del amor al prójimo. Este segundo mandamiento es signo y reflejo fiel del primero. Ni el sacerdote judío (preocupado por el culto) ni el levita (obsesionado por la ley) descubren al prójimo. Lo que Dios quiere es «misericordia».

3. Quien cumple con el amor cristiano de amar al prójimo cumple con toda la ley, ya que este amor (universalizado y dirigido al pobre) es la culminación del testamento de Jesús. En la sociedad actual abundan los enfrentamientos y antagonismos. El Evangelio nos insta a que prevalezcan siempre en nosotros la compasión y la misericordia.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Hacemos distinciones a la hora de ayudar al desvalido?

¿Quiénes son de verdad nuestros prójimos?