Salmo 15,1-2a.5.7-8.

R/. Tú eres, Señor, el lote de mi heredad.

V/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.

V/. Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré R/.

V/. Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.

V/. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/

Tú eres, Señor, el lote de mi heredad.

Al llegar a la tierra prometida, se hicieron lotes para repartirlos entre diversos grupos

En unos lotes había más secano que regadío. Hubo muchas discusiones entre las tribus judíos

El fervoroso creyente rezaba a Iahvé: Tú eres, Señor, el lote de mi heredad.

Entre nosotros también hubo muchas vidas diferentes. ¿Habrá intervenido Dios en el lote que me tocó vivir?

Confieso antes de morir que no sé nada de nada. Pero prefiero orar con fe: Tú eres, Señor, el lote de mi heredad

Luis Alemán Mur