Salmo VIII

R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Cuando contemplo el cielo,
obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.
Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.

 

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?

¿No te habrás equivocado, Señor, al crear el hombre? ¿No te habrá engañado el amor?

Le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies

¡Darnos el mando sobre las obras de tus manos! ¡Someternos todo a nuestros caprichos!

Quizá el Amor te engañó. ¡Que se lo pregunten a los peces del mar cuando comen los plásticos que les arrojamos para comer!

Hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar.

Luis Alemán Mur