La Curia aún ostenta el poder. No el “sumo pontífice”


Montini, Pablo VI fue tenido por liberal. Pero en las manos de la curia se sometió a la curia por miedo, por falta de personalidad o debilidad en ideas propias. Al tomar las riendas del concilio Vaticano II dejó como secretario general del concilio al secretario anterior arzobispo Pelicre Felici, enemigo de Pablo VI. El tal Pelicre Felici solo cree en los cardenales y en el credo de Nicea. Su secretaría General se convierte rápidamente en el centro de manipulación del concilio. Felici, Cicognani y Ottaviani trabajan triunfantemente cuando operan juntos.

Por desgracia, lo hamletiano de este Pablo VI querer y no querer. Vacila y bloquea con sus nombramientos la reforma de la Curia, que él deseaba pero que al mismo tiempo temía. Montini, propenso siempre a la angustia, tiene realmente miedo a los potentados y las camarillas del Vaticano, sus antiguos colegas a los que debe mucho y que no siempre son buenos ni siquiera con el papa. Miedo también ante un futuro más bien incierto en caso de que se lance a una reforma en serio de la curia y de la Iglesia. ¿Qué va a hacer el papa en una situación así? lo primero –cosa característica también de Montini- no pasa inmediatamente a los hechos. Pronuncia un discurso sobre la reforma de la curia.  (Hans Küng, Memorias).

Murió el 6 de agosto de 1978 en Castel Gandolfo. No se atrevió a cumplimentar los encargos del concilio Vaticano II como por ejemplo la reforma del clero y del celibato. No fue culpa suya. Fue culpa de su cobardía y de la Curia del Vaticano.

Le sucedió un personaje carismático que solo duró 33 días que dejó un legado de humildad y esperanza a toda la humanidad. Un té preparado por no se sabe quién, es decir, por la Curia del Vaticano, se lo llevó una noche. Ya se sabía que venía con un ánimo reformador muy radical.

El polaco Wojtyla, víctima del comunismo, vivió más en el mundo que en la Curia. Su importancia histórica es evidente. Pero su quehacer romano fue prácticamente nulo. El Vaticano se podría poco a poco, mientras él viajaba con la misión anticomunista traída de Polonia. Llegó incluso a bendecir al pederasta más conocido, fundador de los Legionarios de Cristo.

El tal Marcial Maciel regaba con dinero a los cardenales que mandaban en la Curia, más de un chalet en las colinas Vaticanas está levantado para algún que otro cardenal con las aportaciones de Maciel. Las misas que encargaban por su alma le suponían diez mil pesetas de las de entonces.”
Maciel y sacerdotes de la Legión repartieron sobres con dinero en efectivo y dieron regalos a oficiales de la Curia”. “Usaba cualquier medio para alcanzar su objetivo, incluso si eso significaba mentir al Papa o a cualquier cardenal en Roma”, declaró el ex legionario Stephen Fichter.

Joseph Ratzinger, el futuro Benedicto XVI (sucesor de Juan Pablo II) fue uno de los cardenales que no aceptaba regalos de Maciel. Pero tampoco se enteró de la corrupción y del mal olor que invadía al Vaticano. Quiso bañar el Vaticano con purpurina devota hasta que tres cardenales le dieron un informe de seis páginas. Se vio impotente de luchar contra esa realidad y presentó su dimisión.

Esta Curia corrompida fue una de las razones por la que Francisco, cuando llegó a ser papa, se arrodilló en el balcón para pedir perdón al pueblo cristiano y además abandonar el palacio.

Luis Alemán Mur.