A los ocho años redactaba listas de pecados. A ver si lograba ser buena en el sentido estricto del término. Ser buena de verdad. Pero no podía evitar liarla una y otra vez porque me encantaba jugar. Un día moldeé unos pechos con plastilina azul, me anudé fuerte el bikini y salí al paseo de las Burras a que los chicos me miraran. Era delgada y plana como una tabla.

Realmente daba el pego, o eso creía yo. Había que andar despacio, claro, para que aquello no cayera de golpe. Cuando noté que el corazón me latía rápido me volví a casa. Luego me sentí muy culpable y me fui al cura a contárselo todo.

Tuve que rezar tres padres nuestros y un par de ave marías y algo más que no recuerdo. Recé y pensé que gracias al perdón de ese señor por fin sería buena de verdad y dejaría de tener ocurrencias. Y que los monstruos no me llevarían por la noche.

Qué gran error fundamentar las bases de la infancia sobre la mentira. Menos mal que a los catorce dejé las listas de pecados y decidí ser pecadora a secas.

Nunca imaginé que los verdaderos monstruos pudieran estar tan cerca de nosotras y que en vez de dos cabezas llevaran sotana.

La iglesia lleva siglos dictando normas de conducta. Diciendo lo que está bien y lo que está mal. Quiénes irán o no al cielo. Pero la realidad es que es una institución que está completamente podrida. Y necesito gritar fuerte un NO HAY DERECHO. En realidad lo único que buscan los niños es ser queridos y aceptados tal y como son y sentirse a salvo.
Los adultos los han torturado desde siempre para poder manipularlos mejor. El infierno sí existe y está en la tierra, en el corazón de algunos hombres y mujeres.

Se calcula que ha habido entre ocho y nueve mil sacerdotes abusadores y otros tantos miles de encubridores, no sólo hombres; también mujeres. Ha habido y hay miles de monstruos con sotana que se atreven a juzgar a los demás cuando son ellos los que tienen las manos sucias, manchadas de inocencia.

Ya sé que hay quiénes no han hecho nada y que no deberían pagar justos por pecadores pero precisamente por ello los religiosos que son inocentes más que nunca tendrían que tomar cartas en este asunto y no mirar para otro lado porque no son casos aislados, no es algo anecdótico, son miles y miles de casos.

Creo que el Papa Francisco debería iniciar una reforma profunda de la iglesia. Ser mucho más selectivo y sólo ordenar a quienes tengan verdadera vocación y capacidad de autocontrol. Al primer indicio de duda fuera de la orden sin miramientos. No puede ser que el sacerdocio sea el cajón de sastre de los depravados y frikis del planeta.

Cuando sale este tema siempre hay quien apunta que se debería permitir que los sacerdotes se casaran y tuvieran una vida más normalizada. Ojalá fuera sólo eso. Me parece bien que se casen si eso sirve de algo. Pero si uno es un pederasta da igual que esté casado o no. Ese matrimonio sólo servirá de tapadera.

La iglesia debe actuar y no negar.

Es horrible pensar que esos monstruos con sotana puedan seguir rompiendo los sueños de miles de niños.

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