El obispo Heiner Wilmer católico pide la vuelta de los teólogos que denuncian como profetas

Christa Pongratz-Lippitt, Viena19 de diciembre de 2018

También elogió al ex sacerdote psicoanalista de Paderborn, Eugen Drewermann, como profeta. Drewermann, quien finalmente abandonó la Iglesia en 2005, fue suspendido a principios de la década de 1990 por promover puntos de vista doctrinales controvertidos. Pero el ex sacerdote, ahora de 78 años, también criticaba el clericalismo.

En la Iglesia de hoy, Eugen Drewermann es el profeta más incomprendido de nuestro tiempo“, dijo el Obispo Wilmer.

Teología de Eugen Drewermann

Se dice que usted no capta el sentido de la historia y no lo toma realmente en consideración

A mi juicio la historia humana juega un papel fundamental. Creo que hay pocos teólogos que, en su reflexión, concedan un lugar tan determinante a la marcha de la historia… ¿Para qué teólogos las antiguas pinturas de Altamira y de Lascaux juegan un papel digno de consideración en el plano religioso?

No se dan cuenta de lo indispensable que es el conocimiento del pensamiento de los cazadores de la era glaciar para descubrir cómo y por qué nació la idea de consumir un dios en la forma de un determinado alimento.

Estos frescos son testimonio del pensamiento de los hombres de hace treinta mil años, del hombre de Cromañón. En aquel entonces se mataba a un animal, que de hecho era divino, y se recibía a la divinidad misma en el alimento, en la fuerza de la carne matada y consumida.

Desde esta perspectiva la eucaristía, tal y como es comprendida todavía, parece un sacramento “arcaico”, cuyas raíces vitales se remontan a esa protohistoria.

¿Fue esa la intención de Cristo?

En el sentido que acabo de explicar, seguro que no. Algo así era impensable para un judío. En cualquier caso, el gesto en sí es arcaico, extremadamente antiguo. Este único ejemplo es suficiente para ver que la historia tiene una amplitud mayor que la que le suelen conceder la mayoría de los teólogos.

Dice que esos cazadores antiguos pretendían “comer” un dios…

Lo que he indicado es sólo un ejemplo para mostrar la auténtica dimensión de la historia. La Biblia sólo abarca unos seis mil años de historia humana, desde la creación hasta la elección de Israel. Se trata de un período de tiempo restringido desde la revolución neolítica, mientras que se deja totalmente fuera el comienzo de lo que llamamos “historia”, es decir, el enorme espacio de tiempo designado con el nombre de “prehistoria”, la paleontología. La prehistoria del hombre, que se extiende a lo largo de millones de años y que arranca de sus raíces animales, está esperando todavía ser reconocida como tema teológico.

En la medida en que me esfuerzo por considerar la historia en sus dimensiones reales, estoy subrayando cómo nuestras visiones religiosas particulares exigen ser comprendidas a partir de su propia cultura y de su contexto espacio-temporal.

Por eso me parece capital recordar que es imposible tratar cuestiones actuales de orden religioso basándose en ciertas informaciones presuntamente históricas. Se trata de un problema que ya planteó el existencialismo. También aquí me distancio de la posición de numerosos colegas, en la medida en que siempre me pareció que la Biblía debía ser leída de una forma históricamente “crítica”. Entonces se ve cómo numerosos pasajes considerados determinantes, en el Nuevo Testamento sobre todo, no pueden ser entendidos de una manera “histórica”, aunque sí contienen imágenes o símbolos muy antiguos utilizados por los hombres

En uno de sus escritos habla de la Edad de Piedra en lo que se refiere a determinados comportamientos

Sí, nosotros, los cristianos estamos totalmente anticuados en relación con la sociedad a causa del gran número de estructuras arcaicas que se mantienen en el cristianismo y que hemos dogmatizado en vez de interpretarlas críticamente y existencializarlas. Por ejemplo, la idea de que el hijo de Dios debe ser matado y consumido para la redención del mundo. Se trata de una idea absolutamente arcaica, un ritual que procede de la Edad de Piedra. Ciertamente, se trata de un arquetipo que hay que tomar muy en serio dado su peso propio y su influencia en la psicología. Pero ésa es precisamente la razón por la que es necesario reconocerlo como tal, sin ver en él la expresión directa de la revelación divina.

¿Qué hubiera pensado Cristo de todo este juego de imágenes?

Se hubiera opuesto radicalmente. Jesús, como judío, ignoraba este tipo de imágenes y, si las hubiese conocido, todo inclina a pensar que las habría combatido.

Y cuando dijo: “Ésta es mi carne…”

La cita que usted menciona, según el capítulo 14 del evangelio de Marcos, probablemente no la haya dicho jamás Jesús. Se trata de cuestiones “históricas” que es legítimo plantearse y a las que sólo se puede responder de una manera hipotética. Que Jesús haya organizado una cena pascual tal y como se relata, se puede refutar con el simple hecho de que los días anteriores a su muerte era, en cierto sentido, un perseguido que no podía entrar ya en el Templo. Es totalmente inverosímil que haya querido establecer una institución o un sacramento en oposición a la religión de su pueblo. En otros términos, es altamente problemático pensar que la última cena pueda entenderse como un hecho histórico a la manera de la teología dogmática de la Iglesia.

Y si Jesús dijo: “Este es mi cuerpo, este pan soy yo”, quizá podrían entenderse estas palabras en el sentido que tienen las palabras de Dios cuando, en Ezequiel (2,8ss), ordena a su profeta comer el libro, “dulce a la boca y amargo a las entrañas”. El profeta debe apropiárselo como a la palabra de Dios. En este sentido, Jesús habría querido significar: lo que yo encarno es para vosotros la vida verdadera; aunque me maten, cosa que no tardará en suceder, os digo que sólo uniéndoos a mí viviréis.

Es posible que éste sea el sentido de sus palabras. Y eso sería algo maravilloso. En cambio, toda la historia de Jesús, con el Viernes Santo como punto culminante, se interpretó según una representación sacrificial arcaica de la que Jesús no hubiera sido partidario: ¡Que un Hijo de Dios debía morir para salvar a la humanidad o para fundar un tipo de Estado teocrático! Algo que se situaba en las antípodas del pensamiento judío. Más aún, la representación de un animal divino sacrificado y comido proviene muy probablemente del culto dionisíaco y, como tal, fue combatida por la religión judía.

Señaló específicamente Strukturen des Bösen (Structures of Evil) de tres volúmenes de Drewermann , publicado entre 1990 y 2000, y el trabajo de 1989 del ex sacerdote, Kleriker – Psychogramm eines Ideals (Clérigos – Psychogram of an Ideal), publicado en 1989.