MUJERES SACERDOTES ¿POR QUÉ NO?

 

Bueno, agradezco de corazón la posibilidad de comunicarme con vosotros/as y de forma muy especial por el tema tan directo que me habéis propuesto.  He dado un montón de charlas en mi vida sobre “la Mujer en la Iglesia” y similares (y por supuesto aquí he tratado siempre el tema, ¡claro!), he escrito sobre el sacerdocio de las mujeres un libro y artículos especialmente para libros… pero así, sobre el sacerdocio de las mujeres, directamente, pocas veces (y alguna precisamente aquí en Donosti) por lo tanto, estoy muy agradecida.

El tema es muy amplio, casi imposible de abarcarlo en este limitado espacio de tiempo, pero trataré de ir lo más abreviadamente posible, para abarcar todo lo que se pueda.

Estamos en un momento en el que en la sociedad civil crece más y más la conciencia sobre la situación de las mujeres ; violencia de género, desigualdades laborales y salariales, el “me too” con el acoso sexual, toda la revisión que se está realizando con lo del “roce sin consentimiento” etc, etc… y otras muchas cuestiones que están plasmando otra sensibilidad y otra conciencia respecto a las mujeres en la sociedad civil sobre todo, pero también respecto a otras desigualdades y marginaciones. ¡Gracias a Dios!

Sin embargo, en la Iglesia -que está muy por detrás de la sociedad civil-  mucho decir y poco hacer y ningún paso a dar… y es que hasta que no se aborde esta cuestión en la Iglesia NO HAY NADA QUE HACER…

¿POR QUÉ TANTA IMPORTANCIA Y CENTRALIDAD DEL TEMA?

Pero ¿por qué es tan importante este tema tratado en exclusiva?

Pues sencillamente porque –como acabo de decir- cualquier cambio de la situación de las mujeres en la Iglesia pasa forzosamente por este cambio. Una cuestión “tabú” desde que Juan Pablo II en 1994 (11 días después de que saliera nuestro libro!!!).

Y lo triste es que ¡¡¡no están por la labor de afrontarlo!!!

  • El primer viaje de vuelta de Brasil (JMJ): Francisco dijo que NO en la entrevista que le hicieron en el avión. Fue algo muy chocante.
  • El prefecto de la Sagrada Congregación, Monseñor Luis Ladaria, a los poquísimos días de ser nombrado Cardenal dijo que NO por los mismos motivos: todo está dicho por Juan Pablo II.

Ni siquiera nos podemos apoyar en la cuestión del diaconado para las mujeres porque llevamos más de 3 años con la famosa Comisión que el Papa nombró como respuesta a las Madres Generales de las Congregaciones religiosas que le preguntaron por el tema, pero la Comisión aún no han dicho NADA y el Papa tampoco.

El Papa Francisco lleva todo el tiempo de su Pontificado diciendo que las mujeres deberían tener más protagonismo, está reivindicando más autoridad para ellas; dice: “necesitamos ampliar los espacios para que haya una presencia femenina más incisiva en la Iglesia“, y en otro lugar a los jesuitas: “un lugar específico para la mujer también en aquellos lugares donde se ejerce la autoridad de la Iglesia” (podríamos citar muchísimas intervenciones), pero ¿qué tiene en la mente el Papa cuando habla de autoridad para ellas? ¿O cómo podrán entrar y formar parte de ese proceso de decisiones? ¿Cómo podrá incidir verdaderamente en un cambio eclesial tan necesario?.

Ahora con el Sínodo de los obispos sobre los jóvenes,  Monseñor De Jongtrazó, ha señalado: “La presencia de las mujeres en el Sínodo es fuerte, y su voz es escuchada. El voto no implica un poder. Puedo asegurar que tomamos muy en serio las indicaciones que nos hacen las mujeres“, La verdad es que  nunca se sabe el alcance de las palabras de nuestras autoridades eclesiásticas.

Ahora bien es casi imposible que la cosa avance significativamente porque según el Derecho Canónico casi todos los cargos en Ella requieren que “sea varón ordenado”. Es una cuestión medular, la única llave para que se puedan abrir todos los demás espacios y entrar, de una vez por todas, en el camino de una justa igualdad, sin injustas discriminaciones. Para casi todos los cargos de Iglesia es necesaria una ordenación (aunque sea diaconal).

Por eso  digo que esta cuestión es central, y porque como dijo Karl Rahner, “estas dos potestades (habla de la Potestad de orden y de la de jurisdicción) son la base de la visibilidad y de la unidad visible de la Iglesia” [1], así, es evidente que las mujeres, al estar alejadas totalmente de ambas potestades dada su ‘íncapacidad’ para recibir el sacramento del Orden (Potestad de Orden), sufren las consecuencias inevitables para el acceso a los estamentos condicionados a dicha potestad para la jurisdicción en sus distintos aspectos y así son mantenidas en la invisibilidad… repitiendo y prolongando una larga historia de dependencia y sumisión en la Iglesia.[2]

Consecuencias evidentes han sido la negación de cualquier tipo de autoridad y responsabilidad dentro de la Iglesia, la reclusión en la ignorancia, porque,  privadas del saber teológico docente y discente… En realidad el mismo Benedicto XVI lo reconoció en una entrevista con la Bayerischer Rundfunk (ARF)[3] nos recordó que el hecho de tomar decisiones jurídicamente vinculantes va unido al Orden sagrado“, y expresamente reconoce -cosa que no es nada habitual- que “desde este punto de vista
hay límites”, es decir,  el límite para las mujeres… Y esto es tanto más contradictorio porque se trata de una Iglesia que proclama un evangelio de Justicia, Igualdad, y busca una forma de autoridad y participación según ese Evangelio.

Es decir, la ordenación viene a suponer no sólo el reconocimiento de la vocación, del ministerio… y la concesión de la gracia vocacional y sacramental, sino la única posibilidad para entrar en las potestades de la Iglesia, Orden y Jurisdicción, es decir a formar parte de la visibilidad de la Iglesia lo que quiere decir: la administración de los sacramentos además de formar parte de la autoridad y los órganos de decisiones y discernimiento eclesiales, prolongando la larga historia de dependencia y sumisión o dicho con palabras de Kari Elisabeth Borresen: “Equivalencia (en el orden de la Gracia) y sumisión (en todo lo demás),” situación que tristemente hoy permanece más o menos disfrazada y ante la que ellas se sienten incómodas…

Y esta negación vocacional llega a la esencia de la persona humana. Pablo VI negó explícitamente a las mujeres el hecho de que puedan tener la vocación o llamada al sacerdocio: “porque “por muy noble y comprensible que sea, no constituye todavía una vocación“… ya que, según este papa “es indispensable la autentificación por parte de la Iglesia” (Inter Insig. nº 38), que evidentemente no la concede si no se refiere a un varón.

Así lo afirmó el mismo Papa, de forma más cruda aún, en unas conversaciones con Jean Gitton: “La mujer no puede ser sacerdote. No realiza el Sacrificio. Pero la mujer puede ser víctima“:

¡Terrible! Además de que es terrible y siempre me ha parecido muy injusto que sean los varones los que determinen lo que es válido o no para ellas. Jesús, varón, fue el que se inmoló a sí mismo por la Humanidad entera –no sólo las mujeres- y ésta (hombres y mujeres) la que ha de aceptar esta función.

La realidad nos dice que ¡claro que ha habido y hay vocaciones sacerdotales entre las mujeres!…. (Santa Catalina de Siena, Santa Teresita, Sor Isabel de la Trinidad, Madre Nazaria, la Checa Ludmila Javorova –la única mujer válida y lícitamente ordenada, etc…). Hay mujeres que hoy reivindican con mucha fuerza esta cuestión; hay muchas mujeres –y entre ellas yo misma- que manifiestan su vocación sacerdotal.

Sin embargo, según el código de Derecho Canónico de 1983 las mujeres no pueden ser ni lectoras ni acólitas (can 230). Tampoco pueden gozar de la facultad de ejercer en la “plena cura de almas” (Can. 120); la homilía continúa reservada a los clérigos (Can. 764 y 767) etc… ¡Así están las cosas!!!

Y así las cosas las mujeres católicas muchas veces se sienten alejadas de muchos planteamientos eclesiales, incomprendidas cuando no, heridas y tristemente vamos viendo cómo el descontento se traduce en una especie de “éxodo”
silencioso y doloroso pero continuo de tantas mujeres que van abandonando la Iglesia porque no la sienten cercana a su problemática; es más, se sienten mal bajo unas normas etc…  trazadas PARA ellas pero no  CON ellas  y así,  se sienten distantes de su gobierno, de su culto, de su legislación… en definitiva se van alejando, en la práctica, de una Iglesia que ven que en la práctica cuenta con ellas para “llenarla” o para “trabajar en ella” pero no para responsabilidades y servicios mayores.

RAZONES POR LAS QUE HISTÓRICAMENTE SE NIEGA LA ORDENACIÓN A LAS MUJERES. En este asunto podríamos detenernos mucho pero vamos a tratar de resumir y simplemente enumerar las razones.

  • SANTO TOMÁS: “el estado de sumisión” o de “sujeción”, en las mujeres “por naturaleza”: “primera y principalmente por la condición del sexo femenino (ser defectuoso, inferior) que debe estar sometido al varón”.  (la diferencia entre la ordenación del esclavo y la ordenación de una mujer).
  • “El varón es cabeza de la mujer”… (San Pablo)
  • OTROS: “pero la mujer no es perfecto miembro de la Iglesia, sino el varón” (Guido de Baysio).
  • “A causa de su condición de servidumbre , por la cual debe estar sometida al varón en todas las cosas” (Graciano).
  • “Sin  embargo las mujeres no sólo no podrían ser conducidas al sacerdocio, sino que tampoco al diaconado” (Decreto de Graciano).
  • “Porque en esta Sacramento, la persona ordenada significa a Cristo mediador y como el Mediador fue de sexo masculino, no puede significarse sino por el sexo masculino” (San Buenaventura).
  • Por la impureza de la sangre y la menstruación: (Levitico, Concilios de Nicea y de  Constantinopla)…

– Además otras cuestiones “menores” por ejemplo: La cuestión de la “tonsura” Duns Scoto y otros) porque “San Pablo prohibió que se cortara el cabello!!!. Ahora bien este autor añade que la Iglesia podría cometer “máxima injusticia” no sólo “para unas pocas personas sino para todo el sexo” si “se hubiese arrogado el privarles sin culpa de un acto que le fuera lícito (al sexo femenino) y estuviera ordenado a la salvación  de las mujeres y de otros en la Iglesia” pero no lo ve así porque el mismo Cristo no lo instituyó así y ordenó que las mujeres no fueran ordenadas.

Ni por “el estado de sujeción”, la “tonsura”, “la imposibilidad de que las mujeres enseñen”, porque María no fue ordenada“….. y ve en “María Magdalena una excepción  que se extingue con ella“…

A partir del Código de Derecho Canónico de 1917, 1983,… esquemáticamente queda asi la cosa:

  • El carácter masculino del sacerdocio en el A.T. y la subordinación de las mujeres a los varones según las Cartas Pastorales.
  • El argumento simbólico y antropológico: Porque Cristo fue varón y sigue siendo varón (Inter Insignores) y la imposibilidad de las mujeres de representar a Cristo.
  • La venerable Tradición y la práctica de la Iglesia.
  • El hecho de que Cristo positivamente no eligió a ninguna mujer entre los Doce y las excluyó de esta posibilidad. Ellas “no estuvieron en la Última Cena”.

Ahora bien: aunque la Comisión Bíblica ha declarado sin ambigüedad: “como no hay indicios suficientes para decidir la cuestión, la Iglesia podría
modificar su práctica secular y admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal”,  sin embargo Roma continúa afirmando que “La Iglesia, por fidelidad al ejemplo de su Señor, no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal” (I. I.).

En palabras de Juan Pablo II: “Ella (la Iglesia) sostiene que no es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio, por razones verdaderamente fundamentales. Tales razones comprenden: el ejemplo, consignado en las Sagradas Escrituras, de Cristo que escogió sus Apóstoles sólo entre varones; la práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, escogiendo sólo varones; y su viviente Magisterio, que coherentemente ha establecido que la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia”[1]. (Ordenatio sacerdotalis)

Hoy, sin excesiva dificultad, creo yo puedo perdonar  a Santo Tomás, San Agustín,  San Jerónimo y otros lo del “estado de sumisión” pero me resulta casi imposible hacerlo con Juan Pablo II, Ms Ladaria y otros que hoy en día digan que “las mujeres no fueron ordenadas por Jesús” (tampoco lo fueron los varones y tampoco se instituyó el sacramento del Orden en la última Cena etc… -recordar a Karl Rahner) o que no estuvieran en la “Última Cena” porque una exégesis mínimamente seria (esta exégesis es inexistente e injusta) nos impide decirlo y porque esas conclusiones son IMPOSIBLES.

ENCONTRAR MUJERES PRESBÍTERAS EN LA ANTIGÜEDAD.

Como ya hemos visto, hoy, uno de los argumentos es que no ha habido “presbiteras” en la Antigüedad; voy a decir que está probado que hubo diáconas, si, pero también que hubo presbiteras e incluso epíscopas, pero yo me quedaré en las “presbiteras” (y lo haré de forma muy muy resumida dado el tiempo de que disponemos) y dando por supersabida la cuestión de las diáconas o diaconisas.

Tampoco voy a entrar hoy en la exégesis del Evangelio y otros textos neotestamentarios. Sería interesantísimo y palpitante pero ¡cómo abarcarlo todo!… Quizás sería más importante aún, pero voy a ir por un camino menos conocido…, aunque si nos da tiempo nos asomaremos un poco.

Pero antes quiero decir algo muy importante. Aunque el encontrar estas presbíteras en la Antigüedad sea muy satisfactorio y ayuda mucho a caminar hacia la ordenación de las mujeres hoy, sin embargo a mi modo de ver NO SERÍA EL ARGUMENTO PRINCIPAL a la hora de exigir este cambio en la Iglesia, Más importante vería detenernos en el carácter EVOLUTIVO del Evangelio y de la Tradición. Es fundamental la idea que tengamos sobre la Tradición o como DEPÓSITO DE LA FE o saber encontrar las “semillas” y la fuerza interna, evolutiva del Evangelio y de la Tradición que  nos permitan  descubrir cómo hacer vida hoy las intuiciones más profundas, el mensaje más genuino. Es necesario evidenciar el carácter dinámico y activo del Evangelio y de la Tradición (ahí también entra lo de encontrar mujeres presbíteras): Palabra encarnada en la vida de la Iglesia a través del tiempo y el espacio, “aquí y ahora”; es necesario desvelar la fuerza liberadora del Evangelio y actualizante del Mensaje.

Rahner dice que en el primer caso “expuestos/as al peligro de perder la apertura ante lo venidero y de ser llevados a un aferramiento estéril en el pasado[4] . Sin embargo sabemos que un proceso es algo vivo, dinámico, inacabado, en el que la asistencia del Espíritu  y la evolución humana avanzan juntas hacia el futuro.

Así, aunque encontrar restos y realidades de mujeres ordenadas diáconas, presbíteras e incluso epíscopas, sin dejar de ser palpitante e importantísimo  no será la única razón (si es poderosa razón aunque no única) para la ordenación. La cuestión de fondo está en la fidelidad al Espíritu que habla y actúa a lo largo de la historia y en cada tiempo!… La realidad, las condiciones sociales, religiosas, etc… y especialmente mente humana evolucionan y en cada momento requieren una
respuesta. El estar bien atentos a este punto es fundamental para la interpretación de la Biblia (Palabra de Dios ENCARNADA) y de la Tradición.

No puedo detenerme a observar detenidamente las primeras comunidades cristianas en las que parece claro que las mujeres presidian la Cena del Señor en las Iglesias domésticas. La cuestión de María Magdalena y su papel en las primeras comunidades cristianas y en la que Duns Scoto ve “un privilegio personal que se extingue con ella”. Los textos antiguos de la “Didascalia” y de “las Constituciones de los Apóstoles” nombran explícitamente a las “presbíteras” y a las “diaconisas” como figura del Espíritu Santo.

De que hubo diáconas no queda ninguna duda (otra cosa es el alcance sacramental que quieran admitir o reconocer en ellas). Hay mucha y preciosa documentación  y es universalmente admitido que las hubo. El Cardenal Martini lo recordó en el Sínodo 1994: “en la Historia de la Iglesia, dijo, hubo diaconisas y por lo tanto podemos pensar en esa posibilidad”… Quedan huellas de algunas ordenaciones diaconales de mujeres[5], de sus símbolos y funciones, así como del paso que se fue efectuando hacia mujeres de otras instituciones como las abadesas, las seroras[6], algunas formas de beatas etc, etc… Incluso a algunas de ellas las conocemos por sus nombres propios, por sus servicios concretos… Hay muchos vestigios.

MUJERES PRESBÍTERAS:

Pero vamos a asomarnos a un curioso testimonio.

Finalizando el siglo X,  un sacerdote llamado Ambrosio preguntó al obispo de Vercelli, Atto[7], sobre el significado de las palabras “presbítera” y “diácona“. Él contestó: “Desde las palabras del Señor, ‘la mies es mucha y los obreros pocos’, se entiende que, para ayuda de los varones, también ordenabanen la Iglesia a mujeres religiosas tonsuradas“. El Obispo de Vercelli no veía ninguna novedad, ya que  Pablo mismo lo indica cuando habla de Febe, diácona “que está en el ministerio de la Iglesia” (Rom 16, 1)… Y continúa: “de donde se entiende que entonces, no sólo los varones
sino también las mujeres
presidían (estaban al frente de) las Iglesias, es decir, para gran utilidad”…

Atto ve el ocaso de estas ordenaciones auténticas en el concilio de Laodicea (s. IV) que en el capítulo XI prohibió estas ordenaciones. Y también alude al Concilio de Calcedonia (s. V).

Después distingue entre presbiteras y diáconas, pero a estas segundas les dedica menos porque las da por más conocidas y no tengo tiempo de pararme en ellas.

Por cierto, a las seroras vascas, en las que no podemos detenernos ahora el Padre Manuel Larramendi las entronca con las diaconisas y con las presbíteras; las primeras las estudia a través de los Concilios de Calcedonia, de Trullo, de Orleans (años 138) y del romano 721. También las entronca con las presbíteras o presidentas de las que habla el concilio de Laodicea del 367 a 372.

Pero este no es el único testimonio. Voy a enumerar muy resumidamente otros. El Papa Gelasio el año 494 envió un documento con serias amonestaciones a los obispos del sur de Italia: … “hemos sabido con impaciencia… que hasta se afirma que las mujeres ministran en los sagrados altares y practican todas las cosas que fueron encargadas a los varones y que no corresponden a su sexo“… y denuncia a los obispos que han callado, han animado y ordenado a las mujeres etc… Es decir habla de mujeres ordenadas verdaderamente por obispos válidos.

 Quiero avisar también que para leer estos textos es necesario conocer el lenguaje y expresiones de la época en que fueron escritos.

Hay otros documentos que desvelan y  apoyan la presencia de estas mujeres presbiteras.

  1. En lápidas de las tumbas del s. V y VI nombran a mujeres “presbiteras” cuyas tumbas las habían levantado sus maridos no presbíteros y se lee que “fueron verdaderas presbiteras” vgr: Leta cuyo marido ordenó construir la tumba; Flavia Vitela “Presbítera y santa matrona” (y otras en Italia). En Poitiers ” Martia presbitera”.
  2. También existen huellas de las mujeres que realizaban oficios que sólo podían realizar los presbíteros como era la venta de oro líquido.
  3.  En las catacumbas de  San Genaro en Nápoles aparece pintada Bitalia revestida con ropas sacerdotales y actitud celebrante. Otras pinturas de la Biblioteca Vaticana.
  4. Concilio de Laodicea 11 “que las que se dicen presbíteras o presidentas no sean ordenadas en la Iglesia”. También encontramos restos en el concilio de Paris S IX. Es verdad que si se prohíbe es señal de que se hacía.
  5. En el siglo IV el autor del Ambrosiaster dice que las mujeres en los comienzos del cristianismo ejercían las funciones al igual que los varones y como ellos enseñaban, bautizaban etc… aunque después se instituyó un orden diferente en el gobierno de la Iglesia porque “parecía irracional, vulgar y vil que todos hicieran las mismas cosas“.
  6. Y otros testimonios: En diversos lugares de Francia en el siglo VI “las cohospitae”, en Oriente las “Pepodistas”, en el siglo XIII en Alemania, mujeres de los movimientos heterodoxos, etc…

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA: También ofrece la posibilidad de recoger datos muy interesantes. Si ha habido un sacramento que ha evolucionado es el de la penitencia: en cuanto a ministro, frecuencia, etc…