Frase evangélica: «Preparad el camino del Señor»

1. El profeta no es un adivino. Lo que le caracteriza no es el «pre-decir» sino el «decir». El profeta se enfrenta a todo poderío personal y social, habla desde el «clamor de los pobres» y pretende que haya justicia. Naturalmente, le preocupa el futuro del pueblo, la situación sangrante de los pobres. Hay profetas seculares y profetas cristianos, los cuales surgen con fuerza en los momentos de crisis y de cambios para entrever una situación nueva, llena de libertad, de justicia, de solidaridad, de paz.

2. La misión del profeta cristiano es cuestionar los «sistemas» infieles al Espíritu, defender a toda persona atropellada y a todo pueblo amenazado, alentar esperanzas en situaciones catastróficas y promover la conversión hacia actitudes solidarias. Tiene experiencia del pueblo (está encarnado) y contacto con Dios (es un místico), y de ahí obtiene la fuerza para su misión. Por medio de los profetas, Dios guía a su pueblo «con su justicia y su misericordia» (Baruc 5,9). El profeta «allana los caminos» a seguir.

3. Juan Bautista, profeta precursor de Jesús, fue hijo de un «mudo» (pueblo en silencio) que renunció al «sacerdocio» (a los privilegios de la herencia) y de una «estéril» (fruto del Espíritu). Le «vino la palabra» en el desasimiento, es decir, en la lejanía del poder y en el contacto con las bases, con el pueblo. La palabra siempre llega desde el desierto (donde sólo hay palabra) y se dirige a los instalados (entre quienes habitan los ídolos) para desenmascararlos. La palabra profética le costó la vida a Juan. Su deseo profético es profundo y universal: «Todos verán la salvación de Dios». La salvación viene en la historia (nuestra historia se hace historia de salvación), con una condición: la conversión («preparad el camino del Señor»).

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Dónde encontramos hoy el profetismo?

¿Qué debemos hacer para ser todos un poco profetas?