Son bastantes los que, durante estos años, han ido pasando de una fe ligera y superficial en Dios a un ateísmo igualmente frívolo e irresponsable. Hay quienes han eliminado de sus vidas toda práctica religiosa y han liquidado cualquier relación con una comunidad creyente. Pero, ¿basta con eso para resolver con seriedad la postura personal de uno ante el misterio último de la vida?

Hay quienes dicen que no creen en la Iglesia ni en «los inventos de los curas», pero creen en Dios. Sin embargo, ¿qué significa creer en un Dios al que nunca se recuerda, con quien jamás se dialoga, a quien no se escucha, de quien no se espera nada con gozo?

Otros proclaman que ya es hora de aprender a vivir sin Dios, enfrentándose a la vida con mayor dignidad y personalidad. Pero, cuando se observa de cerca su vida, no es fácil ver cómo les ha ayudado concretamente el abandono de Dios a vivir una vida más digna y responsable.

Bastantes se han fabricado su propia religión y se han construido su propia moral propia a su medida. Nunca han buscado otra cosa que situarse con cierta comodidad en la vida, evitando todo interrogante que cuestionara seriamente su existencia.

Algunos no sabrían decir si creen en Dios o no. En realidad no entienden para qué pueda servir tal cosa. Ellos viven tan ocupados en trabajar y disfrutar y tan distraídos por los problemas de cada día, los programas del televisor y las revistas de fin de semana, que Dios no tiene sitio en sus vidas.

Pero, nos equivocaríamos los creyentes sin pensáramos que este ateísmo frívolo se encuentra solamente en esas personas que se atreven a decir en voz alta que no creen en Dios. Este ateísmo puede estar penetrando también en los corazones de los que nos llamamos creyentes, a veces nosotros mismos sabemos que Dios no es el único Señor de nuestra vida ni siquiera el más importante.

Hagamos solamente una prueba. ¿Qué sentimos en lo más íntimo de nuestra conciencia cuando escuchamos despacio, repetidas veces y con sinceridad estas palabras: «Escucha… El Señor nuestro Dios es el único Señor: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas.»? ¿Qué espacio ocupa Dios en mi corazón, en mi alma, en mi mente, en todo mi ser?