Frase evangélica: «Hace oír a los sordos y hablar a los mudos»

1. El sordomudo representa a las personas incomunicadas con sus semejantes y con Dios. Para que este sordomudo comprenda, Jesús realiza con él un doble gesto, tocándole los oídos (para que oiga) y la lengua (para que hable). De este modo, el sordomudo se abre a la palabra de Cristo. Éste es el significado profundo del prodigio. Y, para que no se divulgue como mero milagro o como acción de un mesías político, ordena Jesús guardar silencio; es el «secreto mesiánico» de Marcos. Se podrá proclamar cuando se entienda la acción de Jesús como un signo del advenimiento del reino (Is 35,5). El aspecto triunfante de Jesús en los signos de poder debe ser complementado con el otro aspecto: el de la cruz.

2. En el catecumenado primitivo se hacía antes del bautismo un rito de apertura de los oídos y de la boca con este gesto y la palabra «effetá», que significa «ábrete». Recordemos que la liturgia es dialogal: Dios habla, y la asamblea responde con la profesión de fe y las preces de los fieles y del presidente. Sin oídos para escuchar ni boca para hablar, es imposible la comunicación con Dios.

3. Nuestro pueblo apenas tiene voz, y apenas si se le permite escuchar, es decir, enterarse. Se le trata como a un sordomudo. Hoy necesitamos que nuestro pueblo escuche y hable, para lo cual son fundamentales la comunidad fraterna y los gestos de apertura.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Dejamos hablar y sabemos escuchar?

¿Tenemos los oídos prestos para escuchar a Dios?