El recién estrenado Gobierno de España ha tomado la humanitaria decisión de acoger, en nuestro país, a más de seiscientos inmigrantes, perdidos en el Mediterráneo y a los que ningún otro país de la UE quería recibir.

    El día 8 de enero de 1454, el papa Nicolás V, mediante la bula “Romanus Pontifex”, le regaló al rey de Portugal todos los reinos de África, añadiendo además la facultad de hacer esclavos de dicho rey a todos los habitantes del continente africano (“Bullarium … Romanorum Pontificum”, vol. V, 113). Y el 4 de mayo de 1493, el papa Alejandro VI, por la Bula “Inter caetera”, les concedió a los reyes de España y Portugal la conquista, invasión y posesión de todos los reinos, riquezas, oro, aromas y otras muchísimas cosas preciosas…, que se acababan de descubrir en América (“Bullarium…”, vol. V, 362). No hace falta ponderar lo mucho que Europa ha robado en África y América. Se sabe mucho de eso. Aunque no lo sabemos todo.

    Pero, con lo que sabemos, tenemos de sobra para que se nos caiga la cara de vergüenza cuando ahora resulta un hecho ejemplar que el actual Gobierno de España tome la decisión de acoger a poco más de seiscientos inmigrantes, que huyen del hambre y de la muerte, por causa de guerras que se organizan y se hacen posibles gracias a la venta de armas con las que España, sin ir más lejos, se embolsa cantidades importantes de millones de euros cada año.

    Nuestros obispos ponen el grito en el cielo cuando el Gobierno permite el matrimonio entre personas homosexuales, por ejemplo. Yo me pregunto por qué nuestros obispos no ponen el grito en la tierra cuando el Gobierno toma una decisión, que es un acto humanitario. Y que, además, cumple al pie de la letra lo que dice el Evangelio: “Fui extranjero y me acogisteis” (Mt 25, 35).

    El Evangelio – que yo sepa – no dice ni palabra sobre la homosexualidad. De la acogida a los perdidos y extraviados, Jesús habló muy claro. ¿estaré yo perdiendo la cabeza cuando me viene la idea de que nuestros gobernantes están más cerca del Evangelio que algunos de nuestros obispos?