Domingo 5º de Pascua – Ciclo B

Juan 15,1-8:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

El evangelio de Juan fue muy propicio para ampliarse con aportaciones y comentarios. Eso ocurrió de forma muy patente con los discursos de la despedida de Jesús al final de la última cena. Estas ampliaciones se fueron incorporando hasta principios del siglo segundo cuando se dio por cerrado el llamado evangelio de Juan. Y quedó ya, como hoy lo conocemos.

“El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”

Con este evangelio se inicia lo que hoy llamamos la espiritualidad cristiana. Una comunidad para que se llame cristiana no puede olvidar nunca su conexión con Jesús. Aquel que nos enseñó cómo era Dios y qué era para nosotros la comunidad en la que nacemos y con la que vivimos.

Si nuestra vida se desarrolla fuera de la visión de Jesús, es una vida vana como la de un sarmiento sin fruto aunque tenga hojas verdes y llamativas. Servirá para alimentar cualquier fuego, pero nada más.

“Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos”

La vida de soledad, la oración, el permanecer en Jesús ha de dar fruto de fraternidad ayudando a los demás hasta el extremo: “Con esto recibe gloria mi Padre”

Luis Alemán Mur