Última hora sobre la resurrección de Jesús: ¿robaron el cuerpo? ¿Sobrevivió a la cruz?

El historiador Javier Alonso López examina en su último libro los textos y las teorías sobre la resurrección de Jesús de Nazaret y ofrece la interpretación más actual de lo ocurrido

Daniel Arjona

 

Imaginen que un investigador lograse reunir a los cuatro evangelistas y a Pablo de Tarso para interrogarles sobre las extrañas circunstancias de la resurrección de Jesús de Nazaret. Primero pregunta si se apostaron vigilantes en la tumba. Todos lo niegan menos Mateo, que asegura que los saduceos pusieron soldados para evitar el robo del cuerpo. A continuación quiere saber quiénes fueron los primeros en ir allí. Ninguno de los cinco coincide. ¿Cómo se abrió la tumba? Mateo dice que hubo un terremoto y la piedra se movió pero nadie más sabe nada del seísmo. El investigador empieza a impacientarse. ¿Coinciden al menos en los nombres de las primeras personas a las que se le apareció Jesús después de resucitar? Para nada. Pablo dice que a Cefas, a los Doce y luego a quinientos hermanos. Marcos no sabe nada de eso. Mateo dice que las primeras fueron las dos Marías, Lucas responde que fueron los discípulos que iban a Emaús y Pedro, y Juan asegura que la primera fue sin duda María Magdalena. ¿Y la Ascensión? El único que tiene la certeza de que ocurrió es Lucas… El investigador, desesperado, suspende la sesión.

Tan surrealista escena la recrea el historiador y filólogo semítico Javier Alonso López en su último libro, ‘La resurrección. De hombre a Dios’ (Arzalia) un compendio en el que nada falta y que se lee de una tacada sobre las ideas y textos que fundamentan la creencia en la resurrección de Cristo, pilar de la Iglesia Católica. Y que, desde la posición escéptica del investigador que sólo aspira a explicar los hechos, reconstruye el proceso mental que dio lugar a una de las mayores religiones monoteístas de la historia.

PREGUNTA. Entre el año 33 d.C. en que Yeshua bar Yosef es crucificado y el 54 en que Pablo de Tarso escribe la ‘Epístola a los Corintios’, se produce, escribe, “uno de los procesos más sorprendentes y de mayor alcance de la historia de la humanidad”: la creencia de que un hombre ha resucitado. ¿Por qué esta vez la idea de la resurrección, que no era nueva, logra un “éxito” tan descomunal?

RESPUESTA. Dentro del judaísmo ya existían otros relatos sobre resucitados, pero sus protagonistas no eran considerados hijos de Dios y portadores principales de un nuevo mensaje. En las religiones mistéricas del mundo clásico si había casos más parecidos, en los que se les ofrecía a los fieles la participación en la vida futura proporcionada por una divinidad que moría y revivía. Esa idea ya estaba presente en todo el mundo mediterráneo del siglo primero de nuestra era. La promesa de una vida eterna tras la muerte, y que los pecados de todos han sido lavados por el sacrificio vicario de un dios hecho hombre es una oferta que difícilmente se puede rechazar. ¿A quién no le interesa que otro lave sus pecados y, además, le proporcione una vida feliz después de la muerte tan solo con creer en un dogma? Era mucho más de lo que ofrecía, por ejemplo, el judaísmo.

¿A quién no le interesa que otro lave sus pecados y, además, le proporcione una vida feliz después de la muerte tan solo con creer en un dogma?

P. Advierte al principio del que no, la resurrección no es posible científicamente. Siempre me ha parecido entender que eso no importaba gran cosa a la fe que defendía una vía diferente y paralela a la de la razón. Y, sin embargo, sí ha habido importantes teólogos que han intentado defender “científicamente” la resurrección. ¿La religión siente que en un mundo como el actual la fe puede no bastar frente al cada vez mayor poder de la ciencia e intenta mimetizarse con ella?

R. Desde siempre, la religión ha intentado dar respuestas a las preguntas que se hacían los seres humanos y para las que no encontraban una explicación satisfactoria. Básicamente son dos: ¿de dónde venimos?, es decir, quién nos ha puesto aquí, y qué hay más allá de la muerte. Las religiones primitivas explicaban además muchos fenómenos naturales, desde el rayo a los planetas, atribuyéndolos a la voluntad de los dioses. Pero la ciencia ha acabado por explicar todas estas cosas de manera convincente, y ha limitado el papel de la religión a las dos preguntas fundamentales que he mencionado. Hace poco tiempo, Stephen Hawking dijo que ya no necesitaba a Dios para explicar el origen del universo, y esto, más allá de una cita llamativa, abre una grieta fundamental en uno de los dos últimos cotos privados de la religión. El segundo, que intenta explicar qué hay después de la muerte, corre todavía más peligro, porque se puede argumentar que la pregunta da por hecho que hay algo, cuando quizás no sea así. La ciencia y la razón recortan poco a poco el ámbito de actuación de la religión, pero eso es una cuestión personal e individual. Cada uno busca sus respuestas donde cree conveniente.

P. “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe”, dejó escrito Pablo. ¿Es posible ser católico hoy no creyendo al mismo tiempo que Jesús resucitara?

R. Soy historiador, no teólogo, pero me parece un malabarismo intelectual realmente complicado. Uno puede decir que le gusta el ejemplo de Jesús de Nazaret y lo considera un modelo a seguir en la vida, pero si no cree que es hijo de Dios, que murió por los pecados de la humanidad y resucitó, creo que sería difícil considerarse cristiano.

Ser cristiano y no creer en la resurrección me parece un malabarismo intelectual realmente complicado

P. La problemática que trata no va de “hechos” sino de “textos”. Y los textos son tan numerosos como contradictorios entre sí. De hecho su lectura de esos textos no busca tanto reconstruir una realidad como “un proceso mental”. ¿Es Pablo el primero que fija de manera más o menos exacta ese proceso mental y, por tanto, como suele decirse, el auténtico “inventor” del cristianismo?

R. Son dos cuestiones diferentes. La primera, Pablo no es el primero que fija el proceso mental, sino el primero que lo pone por escrito. Él mismo lo reconoce cuando dice “os transmito lo que a mí me transmitieron”. La creencia en la resurrección ya estaba ahí. La segunda es si Pablo fue el “inventor” del cristianismo. Creo que no. Pablo reinterpreta a Jesús pero lo sigue haciendo en una clave judía, basándose en la promesa de Dios a Abraham en el libro del Génesis. Pablo no ve a los cristianos como algo aparte del judaísmo, sino como el verdadero Israel, aquellos que han comprendido el mensaje de Dios hasta el final.

P. Leyendo su libro, el principal motor de la escritura de los evangelios -todos bastante posteriores a los hechos narrados-, es una decepción: el anunciado e inminente fin del mundo no llega. ¿La historia del cristianismo es la de una reinvención basada en el desengaño?

R. La primera generación de seguidores no fundó nada, ni una religión, ni se ocupó en poner por escrito los hechos y dichos de Jesús, porque pensaban, efectivamente, que el fin del mundo era inminente. Eso es lo que se les había predicado. Al no llegar, tuvieron que acudir a las escrituras sagradas de los judíos (ellos eran judíos seguidores de Jesús, no se puede hablar todavía de cristianos apartados del judaísmo) en busca de explicaciones a esta tardanza y, más tarde a poner por escrito los recuerdos de los que habían conocido a Jesús antes de que desaparecieran. Y, a partir de ahí, se fue construyendo algo diferente a lo que anunció Jesús. Surgió una religión nueva que acabó separándose del tronco del judaísmo y, más tarde, una jerarquía eclesiástica. Se puede decir que sí, que es una invención basada en un desengaño.

No cabe ninguna duda de que Jesús de Nazaret existió, un predicador galileo del siglo primero que murió en la cruz en tiempos de Pilato

P. ¿Qué podemos decir a ciencia cierta del Jesús original? ¿Era un rebelde, un adelantado, un fanático? ¿Hasta qué punto podemos estar seguros de que existió realmente?

R. Creo que no cabe ninguna duda de que Jesús de Nazaret existió como personaje real, es decir, un predicador galileo del siglo primero que murió en la cruz en tiempos de Poncio Pilato. La razón principal es que, si fuese una invención, el personaje no contaría con cuatro “biografías” (si se pueden considerar así los evangelios) canónicas y varias más apócrifas en las que el personaje presenta tantas aristas, contradicciones y, lo que es más importante, declaraciones y actos que chocan contra el dogma cristiano (por ejemplo, sugerir que hay receptores del mensaje de primera categoría y otros de segunda, en su encuentro con la sirofenicia en Marcos 7, 24-30, va en contra del dogma universalista del cristianismo). Los personajes de ficción son de una pieza, sin contradicciones. Por otra parte, ni sus enemigos negaron su existencia, sino que se limitaron a criticar sus actuaciones.

La pregunta de cómo era es más complicada, pues depende a qué informaciones de los evangelios prestemos más valor. En mi opinión, Jesús fue un predicador convencido de que el fin del mundo estaba muy próximo y que basó su mensaje inicial en el arrepentimiento y la conversión a Dios, igual que había hecho Juan el Bautista. Más tarde, quizás evolucionó hacia otras posturas que quizás le hicieran pensar en la posibilidad de creer realmente que él era el Mesías anunciado en los libros del Antiguo Testamento y que tanto esperaba Israel. Fue un judío de su tiempo, muy próximo (y esto puede resultar sorprendente) a las posiciones fariseas, cumplidor de la Ley, aunque intérprete de algunos de sus puntos.

El problema de la resurrección se origina porque el cadáver acaba en una fosa común y no se puede recuperar el cuerpo

P. Imagina al final de su libro una estupenda conversación entre un investigador, los evangelistas y Pablo para mostrar las muy diferentes versiones que existen sobre cómo resucitó Jesús y a quién se le apareció. Ningún juez, escribe, aceptaría semejantes testimonios. ¿Qué es más plausible -o disparatado-, pensar que alguien robó el cadáver o algún otra confusión parecida o razonar que en realidad Jesús sobrevivió a la Cruz?

R. Comento en el libro que un juez desecharía todos los testimonios, pero el historiador debe esforzarse por descubrir cuál de ellos se aproxima más a lo que realmente ocurrió. Respecto a qué pasó con el cuerpo de Jesús, creo que ni la opción del robo del cadáver ni la de que sobreviviera en la cruz son demasiado plausibles. En mi opinión, el problema de la resurrección se origina porque el cadáver acaba en una fosa común (tal como explico en el libro) y no se puede recuperar el cuerpo. Toda la historia de José de Arimatea es una tergiversación literaria de un personaje que, probablemente, representó un papel muy diferente en la realidad. La ausencia del cadáver provoca un trauma y una angustia que desencadena una serie de procesos que se alimentan de una peculiar interpretación de la teología judía y de paralelos ya existentes en otras religiones.

P. ¿Cuál es entonces su teoría personal sobre lo ocurrido con la “resurrección?

R. Algo he avanzado ya en la anterior respuesta, y tampoco quiero desvelar todo el hilo argumentativo al lector, pero, en líneas generales, lo que intento mostrar es cómo se puede explicar el surgimiento de una creencia en un hecho sobrenatural acudiendo únicamente a la historia, la teología de la época en la que sucedió (no de la nuestra), la psicología, las religiones comparadas y la literatura. No hacen falta milagros, ni extraterrestres, ni nada extraordinario para entender que un grupo de seguidores de un galileo ajusticiado por Roma comenzara a anunciar que su líder había resucitado de entre los muertos.