Frase evangélica: «Id a mi viña y os pagaré lo debido»

1. Con el evangelio de este domingo termina el discurso eclesial de Mateo en torno a la educación de los discípulos en la fe. Responde a una pregunta debatida entre los apóstoles: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿cuál va a ser, pues, nuestra recompensa?» (Mt 19,27). Pedro no entiende que los últimos sean primeros, y los primeros últimos. A nosotros nos pasa lo mismo. Se plantea aquí el tema de la retribución o compensación.

2. Los cinco momentos de la llamada del patrón a los obreros se reducen a dos: con los primeros y con los últimos. Los primeros trabajadores critican la escasa labor de los de la última hora: quieren mantener las diferencias. Además, no están de acuerdo con la conducta del patrón, ya que, según ellos, no actúa con justicia humana distributiva. El patrón, en cambio, defiende su conducta con tres razones: los primeros obreros han recibido el salario convenido (trato justo); el amo puede hacer en sus asuntos lo que quiera (señorío misericordioso); es, sencillamente, bueno y generoso (magnanimidad).

3. La justicia de Dios según la Escritura -defensa de los pobres, los marginados y los últimos, para que todos sean iguales- no equivale a las normas de la justicia humana -dar a cada uno según la ley-, ya que la ley está hecha por los más fuertes. La justicia de Dios se basa en la defensa de los indefensos, precisamente para que haya verdadera justicia, es decir, igualdad y fraternidad. Dios ama a los últimos, porque ama la justicia. Como consecuencia, los pobres y pecadores son los primeros. Jesús privilegió la llamada a los débiles, con gran escándalo del juridicismo rabínico. A veces la defensa de la justicia literalmente entendida esconde envidia entre los hermanos. Murmuramos porque no se nos considera los «primeros». Incluso dentro de la Iglesia se introducen el boato, las vestimentas regias y los honores, en detrimento del evangelio. El reconocimiento del Dios de Jesús pasa por el reconocimiento de los últimos como hermanos, como si todos fuéramos primeros, es decir, iguales.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Estamos de verdad a favor de los últimos?

¿Aceptamos que Dios sea misericordioso con nuestros enemigos?