Salmo LXII

R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R/.

Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Con frecuencia no sabemos que tenemos sed. Hasta los médicos nos dicen que tenemos que beber mucho más. Es triste tener necesidad de agua y beber cuando corre agua sana.

Aunque debe ser terrible morir de sed, porque nadie te la ofrece.

Y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti,

¡Lástima que sea este un versículo de monjas en convento!

Luis Alemán Mur