Si Dios es Dios, Dios no puede morir.

La piedad y cierta oratoria imprudente o ignorante se atrevieron a proclamar, y sigue con la osadía, de proclamar la muerte de Dios. Durante las semanas santas de los siglos dieciséis y dieciocho, vibraba Notre Dame de Paris ante la visión de un Gólgota como escenario en el que un Dios perseguía y castigaba a otro Dios. Conmovedores sermones, pero falsos cristianamente.

En la cruz quien murió fue Jesús de Nazaret. Y murió porque se atrevió a volcar las mesas de los negociantes del Templo y anunciar el fin de aquella religión y aquel Templo que oprimían a las gentes sencillas y humildes. Proclamó el reino de Dios que no era otro que el reino de los pobres.

Dios se mantuvo en silencio. A pesar de que el galileo se quejó de que lo dejara morir solo.

La fe. La fe cristiana. La fe que nos mantiene a los seguidores suyos nos asegura –y nosotros nos fiamos y estamos seguros, con toda nuestra alma –de que Dios, su Padre y nuestro Padre lo levantó de la tumba. Y hoy y ya siempre vive junto a él. Y todo el mundo se arrodillará ante él

Jesús fue quien murió y resucitó: esa es nuestra religión. Sólo siguiendo sus pasos para intentar vivir como Jesús y confiando en Dios Padre como él, resucitaremos con él.

Luis Alemán Mur