Domingo 2º del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Juan 1,29-34:

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Ése es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.» 
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.” Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Palabra del Señor

El evangelio llamado según S. Juan es muy diferente en su estructura a los otros tres Marcos, Mateo y Lucas conocidos como los sinópticos. Aunque se le conoce como evangelio según S. Juan, se considera cierto que no lo escribió Juan. Es un escrito que se fue elaborando por varios en tiempos diferentes, pero dentro de las comunidades nacidas en torno a la figura del apóstol Juan.

 

Al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

En el Antiguo Testamento, el sacrificio del cordero se consideraba un rito liberador y purificador. Con su sangre comenzó la salvación de la esclavitud egipcia. Ahora queda claro para la teología histórica que todo era un preanuncio: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. No solo quita los pecados de Israel. No consigue solo la libertad para Israel. Quita los pecados del mundo y trae la liberación del hombre.

 

“Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.”

Es Juan el bautista. El que ha concitado a su alrededor la esperanza del Israel creyente. Ahora enfoca la atención de los seguidores en Jesús. Aunque es difícil separar lo que decía Juan el Bautista y de lo que ponen los escritores del grupo Joánico. Cuando se escribía este evangelio, aún se mantenían pequeños grupos seguidores del maestro Juan el bautizador. Por otra parte los grupos que seguían a Jesús, habían elaborado una cristología mística, al margen de Jerusalén hasta que más tarde la mayoría se incorporó al pensamiento general enriqueciendo el Nuevo Testamento. Otros pequeños grupos del mismo origen se fueron alejando de la ortodoxia.

 

“Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Incorporar a Juan el Bautista como testigo en favor de Jesús, era muy importante.

 

Luis Alemán Mur