El gran paso hacia la fe verdadera consiste en aceptar:

  1. la verdad de la propia situación “mentirosa” en el mundo
  2. aceptar la verdad de la propia desnudez de bien y de energía para el bien,
  3. y avenirse a reconocer y asumir la equivocación que ha podido ser la propia existencia.

Suele decirse coloquialmente que alguien se halla “encenagado” cuando se da a los placeres sexuales y a las irregularidades administrativas (por lo general a ambos excesos a la vez),

Pero es injusto e hipócrita hablar así: el verdadero marasmo que detiene, apega y bloquea las posibilidades de diálogo con Dios es la conciencia de “ser alguien” y “más” que otros.

Y si un sujeto se tiene de hecho por “más justo” que el mismo Dios, porque juzga lo que éste debería haber hecho para evitar el mal en el mundo, entonces comete el enigmático “pecado contra el Espíritu santo” (Mt 12, 32).

Es significativo que en el nuevo testamento (en el Pentateuco no se le menciona) nunca se califica a la figura más o menos iranizada o helenizada del “diablo” de lasciva ni de violenta, sino de seductora y de mentirosa (“padre de la mentira”). Y es que todas las demás irregularidades de la conducta se producen o facilitan desde la mentira en y de la que cada uno vive.

Luis Cencillo, Psicología de la fe,

Colección Verdad e imagen, Sígueme, Salamanca 1997.

nacimiento: 12 de enero de 1923, Madrid

muerte: 25 de junio de 2008, Madrid

Estudié filosofía clásica en tiempos de Cencillo. Él era un gigante. Yo un pigmeo.