¿Qué es la transustanciación?

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Da la impresión de que a los santos padres conciliares, teólogos de convento y doctores oficiales les atraen de forma, casi pecaminosa, los palabros de la teología escolástica. Cuanto más ininteligible sea el diccionario más profundo es el teólogo. Una teología entendible no es teología católica. ¡Mira que es feo el sustantivo “transustanciación”! Que por supuesto nada tiene que ver con la belleza del transiberiano.

Ante una ignorancia de ideas o pobreza de palabras utilizables, los teólogos construyen un palabro con raíces griegas con prefijos contundentes y sufijos para redondear que abren la rendija al misterio.

Con la palabra transustanciación la Iglesia quiso expresar la supuesta verdad revelada de que en las especies de pan y vino consagradas está verdaderamente presente la esencia del Cuerpo y la Sangre del Señor.

Transustanciación es un término no sacado de los evangelios. Nos remite al concepto filosófico de sustancia y accidentes, tal como lo formuló Aristóteles copiado más tarde por Santo Tomás de Aquino. De este modo, se explicaba el cambio, producido por la consagración, en las especies de pan y vino. Mientras sus accidentes (color, apariencia, sabor, textura, etc.) no cambian, su sustancia (la de pan) sí se transforma en la sustancia del Cuerpo de Cristo. Y lo mismo ocurre con la sangre. Transustanciación por tanto nos habla del cambio de sustancia (tran-sustancia) realizado en el pan y vino consagrados. Ya no son pan y vino, aunque parezcan pan y vino, pues son el Cuerpo y la Sangre del Señor. A ese cambio radical, a ese cambio de sustancia es al que se llama transustanciación.

El término se usó por primera vez por Hildeberto de Lavardin (1097). Inocencio III 1202 Como definición dogmática fue recogido por el Concilio de Trento en el Decreto sobre el sacramento de la Eucaristía, en la 13ª sesión de 11 de octubre de 1551, en el que se dice:

“Cristo, Redentor nuestro, dijo ser verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la apariencia de pan, de ahí que la Iglesia de Dios tuvo siempre la persuasión y ahora nuevamente lo declara en este santo Concilio, que por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. La cual conversión, propia y convenientemente, fue llamada transustanciación por la santa Iglesia Católica.”

Este concepto fue nuevamente tratado por el Papa Pablo VI, con ocasión de su Encíclica Mysterium Fidei, (1965) Ciertas doctrinas procedentes de la fenomenología y la filosofía existencial, habían puesto en entredicho el concepto de transustanciación, proponiendo como alternativa la transignificación o la transfinalización.

En la encíclica S.S. Pablo VI recuerda que la transustanciación define completamente el cambio producido en las especies eucarísticas, mientras la sola referencia a la transignificación o la transfinalización no aclaran el concepto de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Por tanto, sin condenar el uso de esos términos, los declara insuficientes para expresar el dogma eucarístico.

La veneración con la que la Iglesia trata la doctrina consolidada y recibida, así como los términos que se usan para definirla, hace que si bien los conceptos de sustancia y accidentes son elaboraciones que pertenecen al ámbito filosófico y no forman parte del dominio común, en cambio la transustanciación expresa perfectamente el milagro realizado en cada Misa al convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre del Señor y por ello sigue siendo un concepto plenamente válido para acercarnos a ese milagro del que somos testigos a diario.

(Se puede consultar el Catecismo, nº 1376).

Luis Alemán Mur