Frase evangélica: «El Espíritu lo fue llevando por el desierto»

1. La Biblia distingue entre prueba, que es un exigente y escrutador examen del hombre por parte de Dios, y tentación, caso especial de prueba en la que interviene el tentador o demonio. La tentación es una servidumbre de la vocación por la que uno se siente inclinado a seguir un ideal centrado en él mismo, no en el reino de Dios. La tentación no es en, el fondo, moral, sino religiosa: es cuestión de fe y de amor.

2. Los sinópticos sitúan las tentaciones de Jesús en los comienzos de su ministerio público. Antes de comenzar su obra, Jesús es tentado o probado por el diablo. En realidad, es tentado quien decide cambiar de vida o realizar algo importante. También fue tentado -y sucumbió a la tentación- el pueblo de Dios en el desierto, en su peregrinación hacia la Tierra Prometida. Jesús, en cambio, «lleno del Espíritu Santo», triunfó sobre la tentación. Para darnos a entender que Jesús fue tentado, los sinópticos, en una página admirable, refieren tres escenas grandiosas que tienen lugar, respectivamente, en la soledad del desierto, en la alta montaña y en el alero del templo. Jesús y el diablo (o lo diabólico) se encuentran frente a frente en un momento que representa toda una vida.

3. Las tres tentaciones pueden ser entendidas así: la prueba del «pan» es tentación del universo religioso: que Jesús sea un hechicero y que el cristianismo se convierta en religión de los milagros útiles (Jesús fue acusado de mago). La prueba de los «reinos del mundo» es tentación del universo político: que Jesús actúe aliado con los poderosos y que la Iglesia, endiosada, se convierta en un poder entre otros poderes (Jesús fue acusado de agitador). La prueba del «alero del templo» es tentación del universo mesiánico: que Jesús fracase en su misión pascual y que los cristianos no acepten el riesgo de la fe (Jesús fue acusado de blasfemo).

4. En definitiva, el objeto de las tentaciones de Jesús es que éste actúe al margen de Dios. Algo parecido pretenden las tentaciones del cristiano: que rechace su condición trabajadora (no amasar el pan), que se erija en dueño absoluto (sin liberar a los demás) y que huya de sus propias responsabilidades (preocupado sólo por sí mismo).

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Nos damos cuenta de nuestras propias tentaciones?

¿Cómo podemos salir airosos de las pruebas?

CASIANO FLORISTAN