“… pero también agresores, estamos conectados por las raíces”

Padre Ángel: “Debemos acoger, rezar y pedir a los gobernantes sentido común. Todos somos víctimas y culpables”

Juan Masiá, s.j publica “Vivir: espiritualidad en pequeñas dosis”

Alguien puede preguntarse dónde estaba Dios. Dios está donde estaba el padre Ángel, ayudando a los heridos, como el buen samaritano. Hay que tener capacidad para mirar quién necesita ayudal padre Ángel

Jesús Bastante.

Un cura y un fraile, dos apóstoles de la espiritualidad solidaria. Así definió el director de Religión Digital, al padre Ángel y al jesuita Juan Masiá, durante la presentación de “Vivir: espiritualidad en pequeñas dosis”, el libro de éste último, coeditado con primor por Desclée y RD Libros. Y que fue presentado en la iglesia “24 horas” de San Antón, ante casi un centenar de personas.

Se trataba, como apuntó Vidal de “dos personajes excepcionales en el mundo en el que nos movemos, que han vivido siempre en la frontera”, dos auténticas “parteras de la primavera de Francisco“, que supieron “abrir caminos” cuando éstos estaban cerrados. También en la Iglesia.

El protagonista de la velada, Juan Masiá, agradeció presentar su libro en este “oasis de espiritualidad y solidaridad” que es San Antón, y reivindicó la “necesidad que tenemos del silencio y la oración”. Estas son las claves de “Vivir…”, que hunden sus raíces en el encuentro de distintas espiritualidades, buscando aunar “los dos silencios, el de la oración y el de la solidaridad”.

Con el corazón todavía encogido por la masacre en París (y sus ramificaciones en Beirut, Afganistán, Palestina, Siria, el Mediterráneo…), y después de firmar en el libro dispuesto en la iglesia para solidarizarse con las víctimas de todas las guerras, Masiá planteó una de las muchas parábolas que rodean su libro. El de las raíces entrelazadas del pino y el ciprés, para reivindicar que, mal que nos pese, todos “somos como esas raíces”.

“Lo estamos viendo con estas últimas muertes, también en 2001 cuando el terrorista se estrelló contra el avión, usted y yo también lo pilotábamos”. Y es que, para Masiá, “dentro de nosotros, junto a las raíces del bien, de la solidaridad, también hay raíces de odio y de violencia”. “Por las raíces, conectamos todos. Todos somos víctimas, pero en el fondo también somos agresores. Ahí fue donde entendí la parábola del trigo y la cizaña”.

“Sería hipócrita si dijera que no, que instintivamente no nos brotan las ganas de venganza. Pero hay que intentar cortar la espiral de la violencia, porque no hay paz sin justicia, pero no hay justicia sin perdón”.

Por su parte, el padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz, destacó las “pequeñas píldoras de solidaridad”. Durante la presentación, más de un centenar de personas, “que son la verdadera iglesia“, acudían al comedor del centro. Para el sacerdote, estamos “oyendo a algunos responsables políticos querer dividir el mundo entre buenos y malos. Y se nos está olvidando a todos en esta sociedad violenta, cómo pasar de una sociedad agresiva a un mundo pacificado y pacificador“.

“Este libro nos puede ayudar a los que a veces tenemos prisa, y no nos podemos sentar a rezar el rosario. Este libro nos cuenta cosas grandes de forma pequeña, merece la pena que tengáis la ocasión de leerlo, pues tiene frases como éstas: ‘Nadar con sed, nacer muriendo, vivir naciendo… sin que la lluvia me derrote‘. Un libro precioso, positivista, en el que nos habla de Dios y de los hombres”.

En la charla posterior, Vidal preguntó a los protagonistas sobre los atentados de París, cómo se reza, o qué podemos hacer los cristianos frente a estas catástrofes, o si estas muertes afectarán a los miles de refugiados que esperan en las fronteras de Europa. “No hay que preguntar por qué o quién ha disparado, sino primero curar a los heridos“, señaló Masiá. Alguien puede preguntarse dónde estaba Dios. Dios está donde estaba el padre Ángel, ayudando a los heridos, como el buen samaritano. Hay que tener capacidad para mirar quién necesita ayuda. El creyente se plantea qué puede hacer mirando al cielo, pero seguro que Dios le dirá: ‘Yo voy a estar allí, si tú estás’. Hay que estar con el que sufre, siempre”.

El padre Ángel, que acaba de volver, en un camino de ida y vuelta, de las fronteras de Serbia y Hungría, señaló que “cuando ves que hay gente que se muere en tus brazos, algunos quieren echar la culpa a Dios, otros dicen que la culpa es de los pecadores. Recemos o no, hay que apretar los labios, y curar, de momento curar a la gente, no perseguir. Hay que buscar justicia, claro, pero sobre todo curar”.

Masiá culminó con un pensamiento en favor de la vida, y de la responsabilidad. “Jesús no dijo ‘Perdónales porque no saben lo que hacen’, sino ‘Perdónales porque no saben lo que se hacen’. Estamos contra la pena de muerte porque el asesino debe tener la oportunidad de darse cuenta de que, al matar, uno se ha matado lo mejor de sí mismo”. “El terrorista, además de matar a muchos, se ha matado a sí mismo, ha matado lo mejor de sí mismo. Orar por los que os persiguen, quizá sea la única manera de perdonarles”.

“Debemos acoger, rezar y pedir a los gobernantes sentido común”, concluyó el padre Ángel. “Todos somos víctimas y culpables en esto. La Iglesia en España, tanto el arzobispo de Madrid, y los obispos, pueda haber alguna voz, disidente, pero todos están de acuerdos en que hay que acoger a todos”. “Nuestra esperanza es que hay que hacer justicia, nos tiene que doler, no matar nunca. No es tan difícil mojarse y luchar. Tenemos todos metido el miedo en el cuerpo, pero no tenemos que tener miedo, sino esperanza”.