LAS MORADAS O EL CASTILLO INTERIOR

V CENTENARIO DE SANTA TERESA

Comenzamos a leer el libro de “las Moradas” también llamado “Castillo interior”. Se ha escrito mucho sobre su sentido, simbología, etc. Se han hecho muchos estudios sobre este libro. Se dice que es muy complicado y eso lo único que consigue es asustar al lector. Sin embargo, por mi experiencia, creo que es una lectura agradable, ya hemos leído anteriormente dos libros de Teresa, aunque solo nos fijáramos en los capítulos que tratan de oración, pero con ello nos hemos familiarizado con su estilo y su peculiar lenguaje del siglo XVI.

Ahora toca meterse a fondo con su obra de madurez. Toda ella trata de oración, es un itinerario por las distintas moradas o estancias de un castillo, por cierto, la imagen que utiliza no es original, pero a Teresa le sirve para escribir este itinerario espiritual, un camino hacia el interior para buscarse a sí mismo y a Dios. Ella lo trata como un camino de oración, un diálogo de la persona con Dios, una relación y un seguimiento de aquel de quien “deprende”, Cristo. Y que le lleva a un modo nuevo de afrontar la vida y cuanto hace. Seguir este camino hacia lo profundo de sí mismo y hacerlo, no solo leer lo que Teresa escribió, implica una transformación radical.

Primer punto que deja claro: este camino de oración no es para un grupo selecto, es algo que todos podemos hacer porque todos somos imagen de Dios, esa es la gran dignidad del ser humano que a todos iguala. No hay status, todo el que quiera puede; de un modo u otro, ahí está la libertad de Teresa. No hay un método, sí un camino, un proceso, que cada uno tiene que descubrir en su interior, en diálogo con Dios. Porque ante todo la oración es relación, una amistad. Eso ya lo hemos aprendido con lo leído anteriormente. Es algo personal, lo mío sirve para contar mi experiencia y “engolosinar” para que otros hagan la misma experiencia. Se trata de “allegar almas a Dios“. Se te ofrece un camino a recorrer, la ruta, el hospedaje y el equipaje cada uno se lo tiene que buscar.

Aquí se trata de trabajar. Este libro no es para leer, sino para hacer experiencia con él. paso a paso, paseando por las distintas moradas, según se necesite, sin prisa, pero sí con autenticidad, verdad y honestidad. Hay que caer en la cuenta de la gran dignidad de nuestro ser y desde ahí parte la aventura que nos llevará a una vida en constante descubrimiento.

Quiero que hable Teresa, ella sabe explicar muy bien la experiencia de su camino para que el lector no tenga miedo ni “acobarde el ánimo” y pruebe a entrar en el Castillo por la puerta de la oración.

Destacaré algunos textos, pero os invito a leer la totalidad del libro, merece la pena descubrir la pasión de una mujer que ante todo fue valiente, libre y comunicativa, en una sociedad llena de oscurantismo, mentiras hipócritas y silencios cómplices de injustas condenas que podían llevarte a la Inquisición.

Textos para la lectura

Prólogo. 1.
Pocas cosas que me ha mandado la obediencia, se me han hecho tan dificultosas como escribir ahora cosas de oración.

3. Y así, comienzo a cumplirla hoy, día de la Santísima Trinidad, año de 1577 en este monasterio de San José del Carmen en Toledo adonde al presente estoy, sujetándome en todo lo que dijere al parecer de quien me lo manda escribir, que son personas de grandes letras.

MORADAS PRIMERAS. CAPÍTULO. 1. En que trata de la hermosura y dignidad de nuestras almas. – Pone una comparación para entenderse, y dice la ganancia que es entenderla y saber las mercedes que recibimos de Dios. Cómo la puerta de este castillo es la oración.

Considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice El tiene sus deleites. Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues El mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza. Pues si esto es, como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo; porque puesto que hay la diferencia de él a Dios que del Criador a la criatura, pues es criatura, basta decir Su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima.

1M 1,2. No es pequeña lástima y confusión que, por nuestra culpa, no entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos. ¿No sería gran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es, y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor la que hay en nosotras cuando no procuramos saber qué cosa somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos, y así a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos almas. Mas qué bienes puede haber en esta alma o quién está dentro en esta alma o el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos; y así se tiene en tan poco procurar con todo cuidado conservar su hermosura: todo se nos va en la grosería del engaste o cerca de este castillo, que son estos cuerpos.

1 M 1,3.
Pues consideremos que este castillo tiene -como he dicho muchas moradas, unas en lo alto, otras en bajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma. Es menester que vayáis advertidas a esta comparación […] es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor; y amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa. Tengo por cierto que a quien hiciere daño entender que es posible hacer Dios esta merced en este destierro, que estará muy falta de humildad y del amor del prójimo; porque si esto no es, ¿cómo nos podemos dejar de holgar de que haga Dios estas mercedes a un hermano nuestro pues no impide para hacérnoslas a nosotras, y de que Su Majestad dé a entender sus grandezas, sea en quien fuere? […] Y así acaece no las hacer por ser más santos a quien las hace que a los que no, sino porque se conozca su grandeza, como vemos en San Pablo y la Magdalena, y para que nosotros le alabemos en sus criaturas.

1M 1,4.
Podráse decir que parecen cosas imposibles y que es bien no escandalizar los flacos. – Menos se pierde en que ellos no lo crean, que no en que se dejen de aprovechar a los que Dios las hace; y se regalarán y despertarán a más amar a quien hace tantas misericordias, siendo tan grande su poder y majestad; cuánto más que sé que hablo con quien no habrá este peligro, porque saben y creen que hace Dios aun muy mayores muestras de amor. Yo sé que quien esto no creyere no lo verá por experiencia, porque es muy amigo de que no pongan tasa a sus obras.

1M 1,5. Pues tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo podremos entrar en él. Parece que digo algún disparate; porque si este castillo es el ánima claro está que no hay para qué entrar, pues se es él mismo; como parecería desatino decir a uno que entrase en una pieza estando ya dentro. – Mas habéis de entender que va mucho de estar a estar; que hay muchas almas que se están en la ronda del castillo que es adonde están los que le guardan, y que no se les da nada de entrar dentro ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar ni quién está dentro ni aun qué piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros de oración aconsejar al alma que entre dentro de sí; pues esto mismo es.

1M 1,6.
Decíame poco ha un gran letrado que son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los puede mandar; que así son, que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí; porque ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas y bestias que están en el cerco del castillo, que ya casi está hecha como ellas, y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación no menos que con Dios, no hay remedio. Y si estas almas no procuran entender y remediar su gran miseria, quedarse han hechas estatuas de sal por no volver la cabeza hacia sí, así como lo quedó la mujer de Lot por volverla.

1M 1,7. Porque, a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios; porque aunque algunas veces sí será, aunque no lleve este cuidado, mas es habiéndole llevado otras. Mas quien tuviese de costumbre hablar con la majestad de Dios […]

1M 1,8.
Pues no hablemos con estas almas tullidas […] sino con otras almas que, en fin, entran en el castillo; porque aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos, y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a nuestro Señor y consideran quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes rezan llenos de mil negocios, el pensamiento casi lo ordinario en esto, porque están tan asidos a ellos, que como adonde está su tesoro se va allá el corazón, ponen por sí algunas veces de desocuparse, y es gran cosa el propio conocimiento y ver que no van bien para atinar a la puerta. En fin, entran en las primeras piezas de las bajas; mas entran con ellos tantas sabandijas, que ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar; harto hacen en haber entrado.

1M 1,9. Es bien dificultoso lo que querría daros a entender, si no hay experiencia; si la hay, veréis que no se puede hacer menos de tocar en lo que plega al Señor no nos toque por su misericordia.

Claves de lectura:

  1. Conocer quiénes somos, porque es gran cosa el propio conocimiento.
  2. Reconocer lo que Dios nos da.
  3. Entrar en el interior, porque va mucho de “estar a estar”.
  4. La oración es la puerta de entrada.
  5. La oración es tener costumbre de hablar con Dios.
  6. Tener grandes deseos.
  7. Se entiende por experiencia.

    Mª Rosa Bonilla