Tiene 58 años. Es uno de los cardenales más jóvenes del colegio cardenalicio y, sin embargo, ya es todo un veterano en esas lides. Todo el mundo se hace lenguas de la valía del cardenal Luis Antonio Tagle. Prueba de ello es que su nombre suena para todo. Incluso para papable de garantías.

La próxima parada de su tren hacia la cumbre eclesial pasa por la estación de Cáritas Internationalis. La joya sociocaritativa de la Iglesia se reúne, en Roma, la próxima semana. Cumbre de la solidaridad eclesial. Con cambios en su cúpula. Se retira su presidente, su santo y seña durante años, el cardenal Rodríguez Maradiaga.

El moderador del G9 tiene suficiente con sus tareas de arzobispo de Tegucigalpa y moderador del G9. Y, como tal, uno de los hombres de máxima confianza de Francisco. Uno de sus báculos más cercanos y queridos, junto al cardenal Marx y al “clan argentino”.

Se va Maradiaga y, en Cáritas, quieren buscarle un sucesor de garantías. Otro cardenalazo a su nivel. De un latinoamericano a un filipino. Porque, para ocupar el prestigioso puesto de presidente de Cáritas internationalis, se perfila el cardenal arzobispo de Manila, Luis Antonio Gokim Tagle.

Su candidatura tiene todas las de ganar. Y va a ganar. Cáritas es la institución de la Iglesia con mejor imagen y mayor credibilidad. El buque insignia del catolicismo. La boya salvavidas que, en muchos países (España, entre ellos), mantiene a flote la credibilidad de la institución. En España, en concreto, si no fuera por Cáritas, los misioneros y los curas de barrio y pueblo, a los obispos los llamarían cuervos por las calles. O cosas peores.

En un papado social, como el de Francisco, Cáritas vuelve a colocarse en el centro. Hasta ahora, hablar de los pobres (y, sobre todo, dedicarse a los pobres) era temporalismo. La misión esencial de la Iglesia era llevar a los hombres a Dios a través de la rigidez de la doctrina y de las soflamas del miedo. Hemos pasado, con Francisco, de la doctrina al Evangelio. La opción preferencial por los pobres dejó de ser una herejía. Y la Teología de la Liberación vuelve por sus fueros. Porque, mientras haya pobres, habrá teología de la liberación. Y, por supuesto, mientras la Iglesia lea de verdad el Evangelio como la está haciendo Francisco: “Bienaventurados los pobres…”

Con la Iglesia convertida en hospital de campaña, Cáritas necesita en su puesto de mando un cardenal de Francisco, con nombre y renombre, que haya asumido de verdad el giro eclesial, que sea pobre, venga de un país pobre y viva como los pobres. Que sepa a qué huele la pobreza.

Tagle no es un cardenal príncipe. Vive austeramente y sabe que la pobreza es indigna y aparta de Dios. Al frente de Cáritas, está dispuesto a dar esa batalla, crucial para el papado de Francisco. Crucial para la barca de Pedro. O ganamos credibilidad apostando por los más pobres o hasta las ricos nos mirarán con desprecio, como mira la gente de arriba a los que dicen una cosa y hacen otra. A los que predican y no dan trigo.

Al frente de Cáritas, Tagle recorrerá el mundo entero, palpando las miserias locales, que en cada lugar, en cada país, en cada continente huelen diferente. Y curará heridas y levantará la voz, con el peso mediático que le da su púrpura, para misericordear a los empobrecidos y fustigar, dura y claramente, a los empobrecedores, a los avaros, a los que medran a costa de los demás, al sistema injusto que crea desigualdad y obliga a la gente a no poder cumplir con el deber-derecho sagrado de llevar el pan a casa.

A Tagle le conocerán los pobres (le amarán los pobres), pero también le conocerán los ricos. Y puede que hasta le teman, al menos un poco. Porque Tagle bien podría ser el sucesor de Francisco, el perfecto continuador de su obra, de su reforma, de su primavera. El nuevo Pablo VI después del nuevo Juan XXIII. El Papa venido de Asia, de la nueva frontera del catolicismo.

No tiene prisa en suceder a Francisco. Sólo el decirlo y, más aún, el escribirlo, le parecerá una inconveniencia. Casi una blasfemia. Que el Espíritu deje a Francisco acabar su obra. Cuanto más tiempo dure, mejor. Pero, cuando Dios se lo lleve o cuando él decida retirarse a la habitación de la residencia de ancianos que le está esperando en Baires, la figura de Tagle emergerá con potencia. Con su sonrisa de niño que se deja mecer en manos de Dios. Porque, desde ahora hasta entonces, el cardenal filipino se convertirá, sin lugar a dudas, en el Sucesor.

José Manuel Vidal