Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos

El día primero de la semana. El primer día de una vida nueva. Ellos nunca habían imaginado que les esperaba una vida sin la compañía del Maestro. Ahora “creían” en el Resucitado, pero ausente. Además, la sociedad les era hostil: El Maestro había fracasado. Efectivamente, aquel era el primer día de una vida muy distinta. No comprendieron al Maestro cuando caminaban junto a él por Palestina. Ahora, no sería fácil ir por el mundo junto a un Resucitado.

“Con las puertas cerradas”. Ese añadido “por miedo a los judíos” se considera un añadido posterior a la primera redacción del evangelio que transforma el sentido de las puertas cerradas. Los seguidores de Jesús vivieron mucho tiempo en una situación de miedo, creado por la muerte del Maestro y consiguiente soledad, y por el desconcierto que les creó su ausencia. La venida del Espíritu fue lenta y transformante. Vivir en el mundo de la fe puede crear inestabilidad y miedo.

“Les dijo: «Paz a vosotros”. Sin duda Jesús tuvo conciencia de la inquietud y miedo de sus amigos. Siempre que se presentó ante ellos, les infundía la paz. La paz y la fe tienen mucho que ver. La fe que no lleve paz es de alguna manera una fe inmadura.

“Exhaló su aliento sobre ellos”. El aliento de Jesús era un acto creador, como el aliento del Padre sobre Adán. Como el aliento del Creador sobre el mar embravecido o los desiertos secos. En definitiva, era la Vida que resucita a los muertos de miedo.

“Recibid el Espíritu Santo”. Al leer el libro de los Hechos, escrito por Lucas se descubre que la primitiva iglesia siguió adelante gracias a la acción del Espíritu Santo. Ni el rito del bautismo hacía cristianos sin la acción del Espíritu. La Iglesia no conseguirá nada sin el Espíritu Santo. Pero el Espíritu romperá cadenas, iluminará caminos, arrancará a los discípulos de Jerusalén y los enviará a los “confines del mundo”. Eso fue ayer. Pero hoy ocurrirá lo mismo. Sin la fuerza del Espíritu de Jesús no haremos nada ni a nivel personal ni en comunidad. Al celebrar la fiesta de Pentecostés, celebramos el día de la iglesia de Jesús.

A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Sobre un mundo enloquecido y vengativo el Espíritu significa perdón, perdón, perdón. El perdón de los hombres a los hombres. No se llega a la plenitud humana sin perdonar. El perdón está en nuestras manos. “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” No cabe pedir el amor de Dios, si antes no perdonamos.

Luis Alemán Mur