Estoy rodeado de parroquias. Mi casa pertenece a la de los Sacramentinos. En la misma calle, cerca de O´Donnell con una bella arquitectura posconciliar, la parroquia de los franciscanos; en la misma calle Ibiza, pegada al Gregorio Marañón, está la parroquia de S. Vicente Ferrer a cargo del clero secular. No muy lejos están los dominicos por un lado y por otro los agustinos. He recorrido todos estos templos en distintas horas los domingos o vísperas. No buscaba ningún ritual especial. Buscaba una homilía discreta. Está más que demostrado que ni en los seminarios ni en los conventos de religiosos se ha estudiado a fondo la liturgia pos conciliar católica. Por tanto, no busco una misa litúrgicamente bien desarrollada sino simplemente un cura que haya estudiado el evangelio del día, y que con esos pequeños conocimientos técnicos sepa fabricar una homilía fiel al evangelio del día.

Homilía que sea breve, y cálida. No me interesa, en principio, la devoción personal y afectada del cura sino solo lo que dice el evangelio y sus consecuencias. Por lo que se ve no es fácil. Los curas han estudiado mucha moral y algo de dogma, pero muy poca o ninguna escritura.

Cansado de recorrer iglesias buscando una homilía decente me encontré en el templo de los jesuitas de Serrano. La misa de las una los domingos está a cargo de un clero medio joven. Un chasco. Ni sabía de qué iban los ritos, ni sabe de qué va el evangelio. Una lástima: templo grande, limpio, céntrico, con buena acústica, con mucho público y el cura (joven) no sabe de qué va la cosa. Investigué la misa de las doce. La preside con humildad un jesuita de edad madura. ¡Por fin uno que ha estudiado el evangelio! Conoce la dignidad y el porqué de los movimientos. Es breve y denso. No se cómo se llama. Consigue crear un ambiente sacro, cálido y serio.

Resultado. Fuera de este jesuita de la misa de doce, a mí me resultaron insoportables los otros rollos tan confusos, difusos. De tan moralizantes y repetitivos ya son pegajosos más que piadosos. Y duran y duran más que una pila de duracel.

También me fijo en los ritos. Pero esos son dignos de una reflexión aparte.

A todos les aconsejo, sin embargo, que vayan a misa. Hay algo seguro: pónganse en fila con el pueblo; reciban el pan que le repartan, bien o mal “horneado”. Y con el pueblo, recen el Padrenuestro, reciban y den la paz. Por ahí anda Jesús y su Espíritu.

Luis Alemán Mur