“Cruzada” de los obispos del Sur contra RD

Sexualerías y finanzas en Granada

Por defender al arzobispo, culpan a las publicaciones de mentir

“No se limiten, señores obispos, a desvanecerse sobre el suelo alrededor del altar mayor catedralicio

Antonio Aradillas.

Un recio frente “mitrado” común han concertado los obispos del Sur de España, sin economizar los signos pastorales de báculos, hisopos, estandartes e incensarios. Su fin sagrado coincidió exactamente con la defensa de la verdad, según ellos, encarnada en la persona del arzobispo metropolitano de Granada, cuestionada a propósito de ciertos comportamientos que se les adjudican relacionados con “sexualerías” y finanzas. Por supuesto que los destinatarios directos de la “cruzada” predicada por el aludido grupo de obispos fueron, y son, los profesionales de los medios de comunicación social -otrora “prensa impía y blasfema”-, con indubitable insinuación para RD.

El propio Papa Francisco habrá de sentirse personalmente afectado, como principal “imputado” en la iniciativa y maquinación episcopales referidas, al haber intervenido él mismo en los hechos tan directamente, y haberse puesto en comunicación con el supuesto “Daniel” de la historia, habiendo inspirado y seguido los pasos y trámites judiciales correspondientes para su solución y posible reparación de los graves daños. Afectados en las debidas proporciones, se sentirán también quienes testificaron y subrayaron la veracidad de los hechos de los que tuvieron noticias y hasta, de alguna manera, experiencia.

Culpar a los informadores -mensajeros, de las fechorías cometidas, o consentidas culposamente, por escandaloso que pueda ser su conocimiento desde la atalaya de los titulares de prensa, en perjuicio de la institución que representan quienes tuvieron conocimiento de los hechos y no procedieron contra ellos, cercenándolos a tiempo, no merece otra consideración que la del desdén y menosprecio, aunque tal calificación les resulte a algunos irreverente y grosera.

Somos muchos los profesionales de la información, en este caso llamada “religiosa”, que hemos sufrido, y sufrimos en nuestra propia carne, anatemas, descalificaciones y condenas superiores a las que comparten los colegas de otras áreas o secciones informativas, como las laborales, las políticas, las económicas, culturales, deportivas o las insertas en los ámbitos de las modas, “colorines” y frivolidades de la alta -baja- sociedad.

Los señores obispos y adjuntos, del Sur, del Norte y demás puntos cardinales de España y de más allá de sus fronteras, tal y como proclama el Papa Francisco, están faltos de la humildad que define al resto del pueblo de Dios, y sobrados de soberbia y endiosamientos, fruto y consecuencia de planteamientos teológicos aviesos, que les convencieron de que sus ornamentos, títulos, palacios y cánones legitimaban todos y cada uno de sus comportamientos y actividades, incólumes ante cualquier discrepancia o disenso, y más cuando su noticia se hacía pública y se deterioraba su imagen, con todo el culto del que su personalidad había sido objeto, por la aureola jerárquica que la distinguía.

Si alguna publicación, o los profesionales de ella, informaron “religiosamente” con falsedad o mentira, y sin ser y comportarse como servidores de la verdad, recorran los caminos de la jurisdicción civil y penal, con la confianza y seguridad de que la justicia y su administración, están más garantizados en estos tribunales, que en los propios “Tribunales Eclesiásticos”.

Sacerdotes y laicos del Sur tuvieron ya tiempo, al menos, de mostrar su extrañeza y escándalo, ante el espectáculo de “común-unión” dado por sus respectivos pastores jerárquicos, en esta ocasión sin fisuras y sin votos en contra, previa la comprobación de cuantos y graves son los problemas que definen la vida del pueblo andaluz en la actualidad, sin que, ni su palabra colectiva “en el nombre de Dios” ni su ejemplo de cristianos de a pié se hayan hecho activamente presentes, con las correspondientes denuncias de corrupciones políticas y de vulneraciones socio- laborales.

Por decencia, respeto, devoción y religiosidad que reclaman los sacrosantos ritos litúrgicos, no se limiten, señores obispos, a desvanecerse sobre el suelo alrededor del altar mayor catedralicio en gesto apoteósico de arrepentimiento y dolor. La verdadera religión cristiana tiene poco que ver con el culto, la ceremonia y el rito. Su fundamento y organigrama son el evangelio y el testimonio de Cristo-Jesús, de cuyos apóstoles dicen ser sucesores legítimos, y “legionarios de la Verdad”, también los señores obispos del Sur.