Solo sé una palabra: ¡Gracias!

Willy, el somalí curado en la cárcel

La experiencia nos abrió “los ojos del corazón” a todos

¡Qué inmensa es la soledad de los extranjeros, refugiados, migrantes, mujeres y niños, pobres y enfermos!

Xaquín Campo Freire.- Donde hay cárceles, también hay un hospital de referencia. Y allí suele estar constituida una unidad de custodia para presos. Muchos suelen estar muy enfermos y siempre están muy solos. Muy enfermos y muy solos. Pero con el alma abierta al cariño, a la amistad y quizás esperando una gran reconciliación con su propia vida, con Dios, con su familia, con las víctimas.

Hay hambre de paz y de palabra. Pero sobre todo de escucha activa y empática. Muchos capellanes de prisiones ni saben de la existencia de esta unidad. ¡Qué inmensa es la soledad de los presos enfermos! Dios mío, recordando a Bécquer: ¡Qué solos se quedan los presos!

En Pastoral Penitenciaria debemos hacernos más presentes. Debemos coordinar esta acción con los capellanes del mismo hospital y con Pastoral de la Salud. Y con Cáritas. Debemos tomar conciencia de la presencia de los presos enfermos y de su gran soledad. Y entablar, siempre con todo respeto, relación con las fuerzas de seguridad encargados de la vigilancia. ¡Cuánto le ayudaron a diario a Willy! Y a los otros.

Estuvo cinco meses encamado en absoluto decúbito supino, sin poder ponerse en bipedestación ni en posición lateral. “Chapado” con llave en su habitáculo, mirando día y noche al blanco techo.

Es somalí. Llevaba un año sin poder comunicar con la familia. Tiene veinticuatro años. Es musulmán. De una recia espiritualidad del  África negra, con gran vida interior, mucha paciencia y confianza en Alá y en la vida. Muy buena persona.

Deciden, por fin, operarlo. Tres intervenciones de nueve horas cada una. Le iba en ello su existencia. Él lo sabía. Se comunica bien en un español de nivel elemental tirando a bueno con buena comprensión. Tuvo varias complicaciones: un neumotórax y otras dos aspiraciones en abdomen. Los policías de custodia han sido excelentes. Lo sabe él y yo, que fui testigo repetidas veces, de lo buenas personas que han sido desde todos los puntos de vista.

Un ejemplo que merecía un relato más amplio por los muchos detalles de cercanía y gran humanidad con él y con los demás. Gracias a ellos su soledad fue muchísimo menor. Las bromas, siempre es su lugar, y también las alegrías, fueron impagables. El personal sanitario, muy profesional, ético y cercano. Para ellos toda la gratitud.

Gracias a nuestra sanidad pública, de calidad y aun casi universal. A ver si los especuladores de la salud del pueblo humilde non son quienes de acabar con todo por el camino que llevan.

Yo he llegado a Willy por notificación y consejo de D. Dionisio, el educador. Lo fui a visitar cada semana. Hablé con los médicos. Y establecí una corriente de información respetuosa entre el enfermo y vosotros, los compañeros. Atención a esto: Él os llama: “Su familia”. ¡Tan lejos se encuentra de los suyos!

Se consiguió permiso de la Dirección de Teixeiro para comunicar con su madre desde el hospital. Una hora de palabras, lágrimas y gratitud. Después de un año, le creían muerto y desaparecido para siempre. En los ojos de los agentes de policía he visto lágrimas de emoción. La experiencia nos abrió “los ojos del corazón” a todos ¡Qué inmensa es la soledad de los extranjeros, refugiados, migrantes, mujeres y niños, pobres y enfermos!

He llevado, con autorización, vuestros regalos de manualidades a Willy, que él repartió a los que le cuidaban. También dos cariñosas cartas que fueron leídas y releídas infinidad de veces por él, por los agentes de la autoridad y por el personal sanitario. Sabían que esto le daba paz. Queridos amigos del módulo 7: Cinco meses mirando a un techo blanco con su salud deteriorada, con la vida en riesgo, es una prueba enorme. He visto su fe y su afán por luchar.

Hemos rezado juntos. Él a Alá y yo, con él, al único y mismo Dios que existe más allá de los nombres con que nosotros le conozcamos. Es inmenso el bien que le habéis hecho a Willy. Y a mí también por poder ser portador de mensajes de vida, de cariño, de humanización, de esperanza.

Actualmente está ya entre nosotros en lenta pero franca recuperación. Con muchas ganas de vivir. Solo tengo una palabra: Gracias. Primero a Willy por el ejemplo y fuerza interior. Solo alguien espiritualmente tan fuerte es capaz de resistir con tanto empuje una prueba tan difícil. Gracias a D. Dionisio. Desde su gran discreción estuvo acertadamente en todo momento ayudando hasta donde ni nos damos cuenta.

Gracias a D. Carlos, el señor Director, y a Dª Adela. De ellos solo he recibido facilidades, siempre dentro de la legalidad. Y muchísimas gracias a todos ustedes, amigos del módulo 7, por todo el bien y ayuda que habéis hecho a nuestro hermano enfermo. Le he visto llorar con los testimonios de vuestra sincera amistad. Y os he visto a vosotros preocupados, solidarios y muy alegres cuando os daba noticias esperanzadoras de él. Sinceramente: ¡Gracias! No sé otra palabra.