18 enero 2ºDomingo ordinario

Jn 1,35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»

Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

“Estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»

Np es dificil saber cuántos rasgos históricos, cuántas pinceladas teológicas, y cuántos recuerdos se almacenan en este bello evangelio. También es difícil imaginar un encuentro más bello. Fue el comienzo de una historia.

«¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), : «¿Qué buscáis?»

Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»

Él les dijo: «Venid y lo veréis.» » Él les dijo: «Venid y lo veréis.»

Parece evidente que la pregunta la ha oído alguna vez cualquier persona, hombre o mujer, a lo largo de su vida: ¿qué buscáis? También puede ser evidente que todos hayamos dicho ¿dónde vives? 

¿Dónde vives? Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

A lo peor es que no nos gusta dónde vive el Maestro. Jesús no era hombre de Templos y Palacios. Era hombre de aldeas más que de ciudades.

«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»

Seguro que Andrés no sabía a quién había encontrado. Ilusionado como todo israelita en un mesías nacionalista y político empezó a enloquecer con triunfos. No sabía cuántos fracasos y desengaños le esperaban. Si hubieran sabido desde el principio quién era aquel puede que no le hubieran seguido.

Luis Alemán Mur