Todo es triste.

Tristeza por Daniel. Más por lo que le pasa ahora que por lo que pasó. Me explico. Lo ocurrido le ha dejado una grieta más psicológica que moral. Se sienta culpable o no, esa posible culpabilidad es falsa ya que de por medio está ya Dios.

Lo difícil es la herida psicológica. Ese muchacho, por muy creyente que siga siendo, archivará recuerdos de aquellas escenas en las que él seguro que experimentó el gozó sexual aunque fuese seguido de una repugnancia o arrepentimiento inmediato. Y el recuerdo de aquellas situaciones se convertirá hoy en atracción tentadora. Y al comprobar ese atractivo tentador le aterrará y se traducirá en fuente de depresión. Se sentirá sucio y pecador por el solo hecho de sentirse atraído. Su caso ha de ser desenredado por un psiquiatra y no por un confesor. Se conoce más un caso similar que termina en continua inclinación de suicidio.

Tristeza por la diócesis granadina. Granada necesita hace mucho tiempo un obispo más inteligente, más eficaz, más veraz, de más talla intelectual y eclesial. Menos teatral, menos sectario.

Tristeza por los “romanones“. Que se arrepientan o no, allá ellos. Pero que se vayan de Granada. Y si es posible de Andalucía.

Tristeza por la Iglesia católica. ¿Se estudiará alguna vez y afrontará el asunto del sexo en el hombre y en la mujer?

Luis Aleman Mur