HACE FALTA VALOR PARA SER FIEL A LA FE

Ya lo sé. La fe como la esperanza y como el amor, es teologal. Lo cual quiere decir que son fuerzas que huelen a Dios. Donde está la fe ha actuado Dios. Lo que añado hoy es que Dios no actúa en el vacío. No basta con Dios. Para que florezca la fe teologal es necesaria la acción del hombre. Y esa acción del hombre entre otras cosas necesita la valentía.

Cuando todo un pueblo está equivocado (lo que ocurre a menudo), hace falta mucho coraje para para ir en contra de ese pueblo. Hasta el punto de que, con mucha frecuencia, la gran barrera a superar por el hombre antes de abrazarse con su Dios, sea la masa popular: Comunidades ateas, comunidades paganizadas o comunidades mal creyentes. Salirse de una comunidad o pueblo es un peligro, pero también con mucha frecuencia, puede ser imprescindible.

Israel era (y sigue siendo) un pueblo de férreas y cálidas tradiciones. Tan férreas y tan cálidas que las divinizó. Su historia y sus leyes se confundieron con su Dios. Hicieron de su historia y de sus leyes su Iahvé. Quien viniera con un Dios que vulnerara sus costumbres, sus leyes o su historia era ateo o un blasfemo reo de muerte.

Este paganismo religioso israelita imperó en Galilea y sobre todo en la Judea, regiones en las que Jesús vivió y desarrolló su fe personal. Descubrir y anunciar al Dios de Israel fue el drama que llevó al tráfico final de Jesús. Se puede decir que la vida de Jesús acabó mal porque amó, adoró, y anunció a un Dios distinto al Iahvé oficial fabricado por la nación israelita.

La historia nos enseña que los hombres han sido especialistas en fabricar dioses. Fabricar dioses no es una exclusiva de griegos, romanos o pueblos primitivos. La Europa cristiana dirigida por la Roma cristiana ha emulado a la Jerusalén de Iahvé en la elaboración de teologías y Torá que Jesús de Nazaret nunca hubiera admitido. Hasta el punto de poder y deber plantearnos si la dogmática y moral católica al uso hubiera sido respirable por el de Nazaret.

Para pensar y decir esto hace falta valentía. Mucho más si esa dogmática y esa moral se convierten en una guía sacralizada del Reino de Dios.

Jesús puso a Dios por encima de todo el costumbrismo religioso, de las escuelas teológicas y de los mandatos del Templo. Eso le costó la vida.

Lo que está ocurriendo hoy en el Vaticano es cuestión de fe. Romper tanta costumbre, tantos protocolos, tanta norma asusta a los viejos del lugar, Pero solo así se encuentra a Dios y a los hermanos. Multitud de conventos y monasterios, sobre todo de mujeres viven, desde hace mucho tiempo, una religiosidad endémica por someterse a unas antiguas y envejecidas costumbres y reglas que consideran voz de Dios. Esos ambientes son herederos de la espiritualidad de los esenios. No del Reino de Dios.

Luis Alemán Mur