Se echa de menos una Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal Tarraconense

-En entretenida, docta e interesante conversación mantenida con el entonces presidente de la Generalitat catalana, publicada por don Camilo José Cela , en septiembre del año 1984, con el título de “Jordi Pujol, o la compostura”, el escritor le adoctrinó acerca de la vida y milagros de san Pafnucio, “un santo varón de la Tebaida, de la época de los eremitas egipcios, que se flagelaba constantemente, pero que un día tuvo la tentación de pensar si efectivamente era tan santo como él mismo creía, pidiéndole al Señor que le despejara su duda.

El Señor accedió a su petición, sugiriéndole ponerse a la entrada de la ciudad de Heraclea y esperar a que llegara un desconocido. Este resultó ser un capitán de bandidos, que había robado, saqueado y matado, pero que en una ocasión le había perdonado la vida a una mujer, que llevaba en sus brazos a un niño pequeño…” “Y es que, al hombre por hombre, adoctrinaba pastoralmente don Camilo, lo han llamado a muy altos destinos, aunque sea al mismo tiempo muy débil”.

El escritor prosigue su conversación- entrevista destacando que “la Plaza de San Jaime es un alarde de compostura, como lo es el palacio de la Generalitat, aunque berrendo en solemnidad y en majestad, rodeado de tanta piedra histórica”, subrayando que ·”es hombre grandielocuente y ceremonioso”. No ahorra elogios al “honorable”, dedicándole el panegírico de que “es hombre de buenas maneras, nacionalista catalán, de mesurado empaque y de principios sólidos y honestos”.

A la pregunta de si cree que el poder corrompe, el entrevistado contesta literalmente que “sí, y me preocupa, porque la corrupción puede esterilizar el poder. Yo creo que tengo una conciencia escrupulosa. Soy un hombre ortodoxamente católico, como todo el mundo sabe y creo en los diez mandamientos… De entre los siete pecados capitales, el orgullo me parece el más peligroso y satánico”, sintetiza catequéticamente el “honorable”.

De todas maneras, ¡lo que aguanta el papel, lo que cambian las personas y lo imbécil que fue don Camilo al transcribir sin el más leve comentario personal, las declaraciones de su interlocutor, “tan compuesto y ortodoxo”, al no corregirle, por ejemplo, siquiera que ” los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia no se creen”, sino que se practican. Reconozco que de la misma estolidez participe yo mismo en otra entrevista que le hice para mi libro “El reto de las autonomías”, editado por entonces en “Plaza y Janés”.

Jordi Puyol y familia -política y natural- , son, y serán por ahora, importante y reiterada noticia. Con impenitente y decidido voto personal de continencia política por mi parte, proclamo que desde perspectivas eclesiales, la honorabilidad y expresión de religiosidad “ortodoxamente católica”, a la vez que fundamentada en principios democráticos de procedencia inequívocamente “cristiana”, le aporta a la noticia “puyolana” características singulares y específicas, en unos tiempos, espacios y estilos de comportamiento tanto eclesial como social y político como los actuales.

Y la noticia- noticia aquí y ahora resulta ser la que se enmarca en el sigiloso silencio cuasi-sacramental que, tanto a título personal como colectivamente -léase, por ejemplo, Conferencia Episcopal Tarraconense-, se guarda y observa, con ocasión del acto público de arrepentimiento del principal protagonista de los hechos, con incuestionable repercusión también religiosa

¿Cómo es posible que la Iglesia tarraconense, con su “docena del fraile” de obispos que la configuran, párrocos y abades mitrados, defensora de principios identitarios nacionales- nacionalistas, se siga ahorrando todavía adoctrinar a “fieles” e “infieles” en principios rigurosamente cristianos y evangélicos, con los que a su luz formar criterios de compromiso con la fe y la honorabilidad? ¿Cómo se explica que hayan surgido voces de protesta, y reclamos de transparencia, de todos los sectores sociales y la Iglesia “palabra de Dios”, no se haya escuchado un solo comentario jerárquico?.

¿Qué opinión acerca de la jerarquía mantendrá de aquí el adelante el pueblo de Dios?¿Llegará este a sospechar que tal silencio pudiera estar en cierto modo “comprado”, como parte de alguno de los trapicheos que de vez en cuando entintan de desesperanza y desconsuelo los titulares de noticiarios e informativos? ¿Nos resignaremos a tener que seguir admitiendo que al menos alguna de las sílabas de los apellidos “Puyol- Ferrusola” forman parte integrante de las vivencias y del testimonio inherente al cristianismo oficial impuesto en España, en los últimos tiempos, también en los democráticos?

Le coloco, por ahora, el “punto y aparte” a estas sugerencias, después de recordar que toda confesión, para serlo de verdad, demanda la reparación y el propósito de enmienda, sin olvidarme de invocar la intercesión de san Jorge y san Pafnucio, con la convicción de que la voz de la Iglesia en el tema llegue todavía salvadoramente a tiempo y al dictado de los santos evangelios.