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31 agosto. Domingo 22 del tiempo ordinario

Mateo 16,21-27

Empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»

Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

Empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén. Quizá Jesús pensaba que su estancia en Jerusalén tendría que ser corta. Quizá pensaba que allí no podría explicar su misión. Jerusalén no era tierra de parábolas ni de buenas venturanzas, ni de nuevos reinos. Quizá en Jerusalén no iban a entender el Padre nuestro. Jerusalén era tierra de morir. A Jerusalén se va con el trabajo hecho. Era tierra de la última cena, no de multiplicar panes.

Y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas. Los mayores, los sumos sacerdotes, los letrados:
La aristocracia de los seglares: el poder del dinero, grandes terratenientes; la aristocracia sacerdotal, los saduceos; los letrados al servicio del poder. Galilea era de jornaleros y arrendatarios. Para ellos anunció su evangelio Los dueños vivían en Jerusalén. Allí le esperaban los jefes de Israel con sus sacerdotes y su Templo. No había que ser muy sabio, ni profeta para imaginar la tormenta. Cuando Jesús llegara a Jerusalén, las cartas estarían repartidas. Según muchos analistas, era la primera vez que subía a Jerusalén.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Pedro está obsesionado con un mesianismo de poder y triunfo. Ni Pedro ni sus acompañantes se habían enterado de una palabra de la misión, de la buena nueva. ¡Y tardarían meses y años en enterarse de qué iba aquello del reino! Puede que nosotros sigamos sin saberlo.

Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mí vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios. ¡Claro que podemos ser ingenieros, economistas, sacerdotes, monjas, en paro o con trabajo! Pero si hemos determinado ser cristianos, en cualquier situación hemos de pensar como Dios. ¡Conocer sus caminos, conocer cómo piensa Dios, no es fácil! No basta recurrir a un catecismo. Que nadie se crea un gurú intérprete de Dios.

Comer juntos en una mesa puede ayudar a pensar como Dios.

Luis Alemán Mur