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24 agosto domingo 21 tiempo ordinario

Mateo 16,13-20

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»

Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.

Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Jesús preguntó a sus discípulos: « ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Parece que le persigue a Jesús la pregunta tanto sobre él mismo como de lo que dice la gente. Tanto a Pilato como a los sacerdotes del Templo les inquietó la pregunta sobre quién era Jesús. Pilato lo resolvió con el INRI. El Templo se quedó con aquello de un falso profeta. Es comprensible que Jesús quisiera saber qué pensaba “la gente”. Nos consta que a lo largo de su vida, Jesús supo claramente lo que no era. Pero ¿llegó a tener conciencia clara, antes de la resurrección, de lo que era? Parece que lo que más le preocupaba es que la gente le confundiera con un mesías político. Durante su actividad pública y durante su muerte, las palabras que utilizó él mismo tenían doble sentido: Reino, rey, mesías, hijo de David, Hijo de Dios etc.

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.». Queda demostrado en todos los evangelios y en el libro de los Hechos de Lucas, que Pedro fue en todo el más lanzado, el jefecillo del grupo, el macho Alfa. Siempre fue el primero en lanzarse aunque fuese al agua. Le costó caro su ímpetu y sus baladronadas. ¡Claro que negó tres veces haber conocido al Maestro, pero se metió en un lio por seguirle! Los demás huyeron. ¿Qué pudo creer Pedro al decir aquello de: “Hijo de Dios vivo”? Seguro que ni él, ni Mateo, ni el mismo Jesús pensaban en nuestra Santísima Trinidad.

“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. ¿A qué piedra se refiere Jesús? ¿Era Pedro la piedra? ¿Era la fe de Pedro? Prescindiendo de análisis más profundos, no conviene olvidar que Mateo (como los demás evangelistas) escribió después de vivir la resurrección. Para entonces, Pedro, y su prestigio, habían quedado muy tocados por sus negaciónes. Pero el grupo sin Pedro corría peligro de desmembrarse. A pesar de sus defectos y negaciones, Pedro era necesario. Mateo y los demás lo comprobaron.

“Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías”. El pueblo sólo esperaba y deseaba un mesías político.

Luis Alemán