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27 julio. Domingo 17º del Tiempo

Mt 13,44-52

Dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.

El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.

Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

“Dijo Jesús a la gente: El reino de los cielos se parece”. Mateo ha agrupado las enseñanzas de Jesús en cinco grandes discursos. En el primero recoge las parábolas. Al hablar de reino de Dios o reino de los cielos de quien habla Jesús, es de Dios. La espiritualidad israelita busca un circunloquio, por respeto, para dirigirse a Dios. Las parábolas son ejemplos domésticos, de la vida normal para explicar qué es Dios y cómo es Dios para la gente. Dijo Jesús “a la gente”. No solo a los doce o los discípulos. Su Dios es para todos. Y lo explica a todos con el lenguaje de todos. Jesús no hubiera entendido ningún tratado de teodicea de los nuestros.

“A un tesoro escondido”. Como si la vida estuviera llena de grandes atractivos y grandes fealdades, todas pasajeras, todas incompletas. Rellenan huecos a la vez que abren grietas. Pero en esa feria de la vida hay un tesoro que no se ve a primera vista, y que si se encuentra no solo calma búsquedas sino que llena todas grietas y da sentido a este carrusel en el que se vive.

“A un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.”. El judío siempre fue un comerciante. Muy especializado en oros, platas y piedras preciosas. Bien lo supieron los señores nazis que les robaron a los judíos hasta los dientes antes de quemarlos, Bien lo sabían los grandes de Castilla que los expulsaron de España para quedarse con sus pertenencias. Pocos como un judío entenderán esta parábola. En esta vida tan atractiva, tan engañosa hay que saber que existe una piedra tan valiosa que merece venderlo todo por conseguirla. Pasan los años y aunque no seas un perito judío, puede que el hambre de Dios te lleve a toparte con Él, y entonces tengas la valentía y sagacidad de vender la bisutería almacenada para quedarte con lo de más valor.

A la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Pero, que yo sepa, nadie tiene la ciencia para distinguir cuáles son buenos o malos. En esto como en tantas otras cosas, Jesús se declaró incompetente. Eran cosas del Padre. Y al Padre no lo suple nadie.

Luis Alemán Mur