Salmo LXXXV
R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente

Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia, con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende la voz de mi súplica. R/.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.» R/.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí. R/.

Tú, Señor, eres bueno y clemente

Ciertamente que el Antiguo Testamento tiene historias bélicas y profetas belicistas. Abundan las amenazas y la sangre. Pero ni el Antiguo ni el Nuevo son un manual del pensamiento de Dios. La Biblia no es la historia de Dios. Es la historia de un pueblo que busca a Dios con insistencia y casi desesperadamente. Quien se atreva a leer o estudiar la Biblia, incluido el Nuevo Testamento, tendrá que estudiar la historia, si es que quiere encontrar a Dios en medio de un montón de libros, con pasiones, venganzas de hombres y mujeres. Es difícil encontrar en la Biblia un retrato completo y limpio de Dios. Hay que arrancar mucha cizaña de las páginas y legañas de los ojos que leen. Y esperar que se vaya clarificándose el rostro del Señor poco a poco. La historia ilumina y crece muy poco a poco.

Aunque desde el principio de la Biblia, el creyente descubre un rasgo que identifica a Dios: “Tú, Señor, eres bueno y clemente”

Todo fiel cristiano descendiente de la fe de Abraham irá haciéndose poco a poco bueno y clemente como su Dios.

Luis Alemán Mur