R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.»
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

Comentario

El evangelio de Mateo es el que acude con más frecuencia al Antiguo Testamento. Sobre todo cita continuamente a los profetas. Para un israelita es fundamental ver el cumplimiento de las profecías y promesas.
Los cristianos de fe madura se pueden y deben preguntarse ¿qué es lo que pretenden hacernos ver los evangelistas? ¿Narrar como periodistas la historia de Jesús o ver que se cumple en Jesús el Antiguo Testamento?

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Esta desgarradora reclamación no es de Jesús. Es del salmo. Pero ¿la dijo también Jesús o la pone en sus labios el evangelista? Lo fundamental es el silencio de Dios. El silencio de Dios a lo largo de la Historia, y a lo largo de la historia de cada uno es lo más incomprensible. También es una prueba de su enorme divinidad.

“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere”

Mt 27, 43: Había puesto en Dios su confianza. Si de verdad lo quiere Dios, que lo libre

“Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica”
“La túnica no tenía costura…No la dividamos, la sorteamos a ver a quién le toca” Jn 19, 24

¿Quién narra lo sucedido en el Gólgota? ¿Los profetas y salmistas del Antiguo Testamento o los evangelistas del Nuevo Testamento?

Luis Alemán