No me quitéis, también, esa esperanza.

Lo sé. Mi necesidad no es un argumento en pro de la existencia de Dios. No hay argumento que demuestre su existencia.

Pero no escribo desde una Teodicea imposible. Ni escribo Teología. Grito desde la existencia.

En el Evangelio encuentran a Jesús los angustiados, los que le necesitan. Algo de eso me ocurre a mí con Dios.

A la Iglesia, S.A. no le hace falta Dios. Funcionaría bien sin Él. Tiene medios. Es respetada. Tiene poder. Influye en el mundo.

A quien le hace falta es a mí, a Sudamérica, a África, a todos los suburbios del mundo.

Y necesito que Jesús, su Enviado, no haya sido una leyenda.

Repito. El hecho de que yo necesite a Dios, no es prueba de su existencia.

Y comprendo que el que tiene todo, casi todo, o lo que se puede tener, no necesite a Dios. Pero, a mí, que se me ha ido rompiendo todo entre las manos y sólo me quedan las heridas, no me quitéis a Dios.

No lo dejo todo para seguir a Dios. Mi problema es que no tengo nada. No me digáis que tampoco existe Dios. Si alguien tiene una prueba definitiva de su no-existencia, que se la calle, por favor.

No soy imparcial ante Dios. El que tiene hambre no puede ser imparcial.

Dios debería existir aunque existiera sólo para los pobres. ¿No es eso lo que proclaman las Bienaventuranzas?

Luis Alemán Mur