(deformación de Ef 5)

Xabier Pikaza

El Arzobispado de Granada (España) ha publicado un libro polémico de la periodista italiana Costanza Miriano, que retoma y aplica (y a mi juicio deforma) algunas ideas de un pasaje central de la carta a los Efesios (Ef 5, 21-33) sobre el matrimonio. El libro tiene dos partes:

– Una, dirigida a la mujer, se titula: Cásate y sé sumisa.

– La segunda, dirigida al varón, se titula: Cásate y da la vida por ella.

Hombres de verdad para mujeres sin miedo.

He dedicado varios trabajos al tema, tanto en mi Diccionario de la Biblia (cf. imagen, con el “símbolo” de Dios que abraza a la mujer para dar vida al varón), como en un libro general titulado Hombre y mujer en las religiones (Verbo Divino, Estella 1997).

He publicado además en este mismo blog una serie de trabajos sobre el motivo central de Jesús y el Matrimonio, ocupándome de Pablo y de la tradición cristiana. En ese contexto me permito retomar algunos motivos centrales de mi post del 28.08.13, que sirven para situar el tema en su contexto bíblico.

No quiero entrar en la polémica de la Sra. C. Miriano, ni del Sr. J. Martínez, arzobispo de Granada, pero puedo y debo decir que su interpretación de Ef 5 y de la visión cristiana del matrimonio resulta (por lo menos) muy sesgada. Por eso quiero ofrecer unas reflexiones sobre el texto de Ef 5 que ellos toman como punto de partida.

Verá quien quiera seguir leyendo que el tema resulta mucho más complejo y rico y que las palabras de “Pablo” en Ef 5 pueden y deben interpretarse de otra forma.
INTRODUCCIÓN. TRES PRINCIPIOS

– Jesús ponía el matrimonio (con las relaciones de fidelidad entre el hombre y la mujer) a la luz de la palabra original de la creación (Gen 1-2), sin establecer diferencias entre el hombre y la mujer, sin superioridad de uno sobre el otro (cf. Mc 10, 1-12; Mt 19, 1-10 par).

– Pablo, por su parte, asumía ese mismo principio, sin establecer ninguna forma de superioridad de uno sobre otro, preocupándose sólo de la fidelidad del uno al otro, en amor mutuo (Ef 7, 1-16). Ciertamente, en las aplicaciones posteriores podía introducir algunos “distingos”, pero sin poner nunca en duda esa igualdad inicial del varón y la mujer.

– Un discípulo de Pablo (el autor de la carta a los Efesios) retoma ese motivo y lo interpreta y valora a la luz de la “entrega” de Jesús, aplicada de forma distinta al varón y a la mujer. De esa forma ofrece una gran luz, pero introduce también grandes problemas, pues utiliza (en parte) un modelo jerárquico de varón y de mujer que no es propio de Jesús, ni paulino y que está lleno de tensiones (por no decir contradicciones, como pondré de relieve).

Mi comentario será retórico (y un poco en-revesado) como el texto pos paulino. Pero el tema de fondo merece la pena aclararse, pues ha hecho sufrir a millones de mujeres cristianas. Por eso repetiré argumentos, al modo clásico.
A. EXPOSICION (PUNTO DE PARTIDA)

La escuela de Pablo asume y desarrolla esta visión en Ef 5, ratificando desde Cristo el valor sacramental (escatológico y liberador) del matrimonio. De esa forma ofrece un servicio inestimable para los cristianos posteriores. Pero su nueva perspectiva se ha corrido el riesgo de “devaluar” de nuevo a la mujer, introduciendo el matrimonio en esquemas jerarquizantes, de tipo patriarcalista:
Texto

a. -Someteos unos a los otros en el temor de Cristo [[ésta es la tesis básica, todo depende de ella]].

b. – Las mujeres a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la iglesia, es salvador del cuerpo. Así como la iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.

c. – Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño de su sangre… Así deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la iglesia. [[b y c son interpretaciones de la tesis básica de a, desde una determinada perspectiva jerárquica, que debe ser resituada a invertida]].

-a’. – Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es este, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia. En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer que respete a su marido [[al marido se le pide amor que es respeto; a la mujer se le pide respeto que es amor; en aquel contexto social, a los dos se les pide lo mismo, como supone a]] (Ef 5, 21-33).

Ni Jesús ni Pablo establecían jerarquías en la relación entre marido y mujer. Pero el autor de Efesios quiere hacerlo y para ello interpreta el matrimonio como realización simbólica del encuentro salvador de Cristo con la iglesia, no para abajar a la mujer, sino para exigir al varón una entrega más grande. El que más tiene que “romper” (dejar a su padre y a su madre, como supone Gen 2, 24)…, el que más tiene que “dar” es el marido, conforme a la visión de aquel tiempo.
B. EXORDIO. LECTURA DE CONJUNTO

Hay un “peligro” de empezar leyendo el texto desde el centro, como hacen muchos… (entre ellos la autora de los libros citados…). Este centro es una “explicación” de la tesis inicial (a), desde una determinada perspectiva cristológica y social… Por eso debe ser resituado, como haremos a lo largo de este post, como verá quien siga leyendo.

– El marido representa a Cristo y cumple una función salvadora dentro del mismo matrimonio (ha de entregarse por su esposa hasta la muerte). Dirige el camino del amor, realiza la función activa dentro de la unión y es cabeza de una mujer interpretada como cuerpo.

– La mujer representa a la iglesia, es decir, a la humanidad. Por eso, ella ha de portarse de manera receptiva, dejándose transformar (santificar) por su marido, como la iglesia se deja santificar por Cristo. Lógicamente, ella es cuerpo regido por una cabeza; no ama sino “teme”: recibe con respeto agradecido el don de su esposo.

De esa manera, Ef 5 asume en un primer nivel una visión patriarcal del matrimonio que parece lógica en aquel contexto social. También Pablo conocía esa visión pero no pudo (o no quiso) aplicarla al matrimonio (cf 1 Cor 11, 2-16, unido a 1 Cor 7). Ef 5 lo ha hecho, iniciando así un camino nuevo y peligroso dentro de la simbología cristiana.

– Antes, dentro del mensaje de Jesús (cf Mc 2, 18-19) o en la predicación de Pablo (2 Cor 11, 1), el simbolismo religioso se aplicaba por igual (de manera reversible) a varones y mujeres: todos eran una “esposa mesiánica” del Cristo.

– Ahora, la misma lógica del símil (donde el Cristo en signo de varón aparece como superior a la humanidad concebida como esposa mujer) y el patriarcalismo del ambiente separan jerárquicamente las funciones: dentro del matrimonio el varón es Cristo (y cabeza), la mujer iglesia (y cuerpo).

Las mujeres empiezan a mirarse así como inferiores dentro de una perspectiva orgánica donde la unión de la iglesia se construye no a partir de la igualdad de sus miembros sino desde su misma desigualdad. Ciertamente, varón y mujer son uno en Cristo (como sabe Gal 3, 28); pero ya no se puede afirmar que no existen varón y mujer (como distintos y contrapuestos). En el mismo lugar donde Cristo había suprimido la desigualdad, haciendo surgir el nuevo ser humano, se introduce una nueva desigualdad paradójica en Cristo:

– El esposo es superior, como cabeza y signo de Cristo ante su esposa. Pero es superior no para mandar sobre la esposa sino para servirla y entregarse por ella hasta la muerte.

– Por su parte, la mujer es inferior, por considerarse más débil pero debe ser servida, de tal forma que su situación de dependencia puede convertirse en principio de autoridad sobre el varón (que debe ponerse al servicio de la mujer, como Cristo se ha puesto al servicio de la Iglesia).
C. PUNTO DE PARTIDA: SOMETEOS UNOS A LOS OTROS EN EL TEMOR DE CRISTO (Ef 5, 21)

Éste es el tema, esta es la tesis… Desde aquí debe explicarse y revisarse todo. Así lo han puesto de relieve todos los buenos lectores de Efesios, los conocedores de la “retórica” o forma de exposición de Pablo y de sus discípulos. Ésta es la tesis que el autor de Efesios ha recibido de su Iglesia y que él quiere desarrollar.

Ésta es la tesis o punto de partida. Esto es lo que el autor de Efesios quiere concretar, aplicándolo (de un modo parcial, paradójico y peligroso) al matrimonio. Todo lo que sigue quiere ser y es un comentario (enrevesado, problemático) de estas claras palabras:

– Sometimiento mutuo: (hypotassomenoi allêlois…). Esto significa que cada uno tiene que ponerse en manos del otro, de forma “reversible”. El varón en manos de la mujer, para que sea ella la que le encauce, complete y dirija… La mujer en manos del varón, para que sea él quien le encauce, complete y dirija… Desde este fondo puede y debe interpretarse (e invertirse) todo lo que sigue.

Se dice que el varón es superior, y así es cabeza (así decía cierta tradición antigua)… Pues bien, siendo cabeza (como Cristo es cabeza de la Iglesia), él debe hacerse ser servidor de la esposa, poniéndose totalmente a su servicio, dando la vida por ella, en un gesto de patriarcalismo hecho amor. Ciertamente, siendo “cabeza”, como Jesús, el varón tiene que ponerse al servicio de la mujer, tiene que protegerla y salvarla, pero lo puede hacer desde arriba, y así convertirse en superior de ella… creando una especie de protectorado matrimonial, sino en gesto de diálogo (de reversibilidad amorosa).

– Se dice, ciertamente, que la mujer parece inferior, y así se le llama “cuerpo”… Pues bien, desde el principio anterior (someteos uno al otro…), en contra de una visión dominante en su tiempo, ella no se somete al varón para dejarse dominar por él, sino para compartir ambos un mismo camino, pues el varón se debe someter por su parte a ella. Éste sometimiento mutuo es el tema de fondo de Flp 2, 4-11, poniéndose cada uno en manos del otro… y dando cada uno al otro todo lo que tiene, para así caminar junto. Éste es el principio cristológico del matrimonio.
D. PELIGRO, INTERPRETACIÓN JERÁRQUICA DEL SOMETIMIENTO

Ef 5 asume elementos del mensaje de Jesús y de Pablo, pero corre el riesgo de situarlos en un esquema jerárquico de la dualidad sexual-matrimonial.

– El varón es cabeza (jerarquía) de la mujer (1 Cor 11, 3). Esta afirmación proviene de un condicionamiento cultural (que Ef 5, 21-33), pero que no forma parte de la novedad cristiana, como indica la misma argumentación posterior de Pablo (en 1 Cor 11, 11-12) donde varón y mujer son iguales.

– La serpiente sedujo a Eva (2 Cor 11, 3). Del mismo transfondo ha recibido Pablo esta visión antifeminista y probablemente sexualizada del pecado. Tomada en sentido estricto, esa visión va en contra de Rom 5 y del conjunto de Pablo.– Como a virgen casta os he desposado con Cristo. . . (2 Cor 11, 2). Del matrimonio teológico (Dios con el pueblo) hemos pasado al mesiánico: bodas del mesías con una humanidad (iglesia) femenina. Es buena la imagen, pero resulta peligrosa si se alegoriza y aplica a la función intraeclesial del varón y la mujer.

– Las mujeres se callen en la Iglesia (1 Cor 14, 34-35). Esta es una palabra claramente anti-paulina, que ha sido introducida por los recopiladores de las cartas de San Pablo, para que ellas puedan ser aceptadas en una iglesia que empieza a convertirse en comunidad jerárquica, dirigida por varones.

Leído en ese trasfondo, Ef 5 nos sitúa ante un tipo de reflexión no cristiana, es decir, que no deriva del movimiento mesiánico de Jesús, sino de otras fuentes judeo-helenistas, que hallamos por ejemplo en Filón de Alejandría, contemporáneo de Jesús (pero muy distinto de Jesús). Según Filón y otros autores helenistas…el Dios masculino (o su mesías) cohabita con el alma femenina para fecundarla y haciendo que engendre las virtudes, conforme a un tema famoso del judaísmo espiritualizante de Filón que afirma que Dios infunde (engendra) en el justo la vida más altas de sus dones (cf Gal 4, 21-31.)

Pues bien, ese trasfondo, tomado en sí mismo, no es cristiano… No se apoya en el mensaje de Jesús ni en la misión liberadora de Pablo, sino que ha de ser situado en su justo lugar, como seguiremos viendo:
E. DOS LECTURAS DEL TEXTO

Como vengo diciendo, Ef 5 es un texto paradójico (con elementos que pueden convertirse en contradictorios) y puede (debe) interpretarse en varias perspectivas, empleando para ello un tipo de análisis retórico y teológico.

– Leído desde su fórmula inicial, entendida como tesis o resumen de todo lo que sigue (¡someteos uno al otro en el temor de Cristo!), el texto debe interpretarse en forma igualitaria y reversible: varón y mujer deben entregarse uno a otro, (someterse) en gesto de amor servicial fundado en Cristo. Aquí no hay jerarquía, uno arriba y otra abajo, uno cabeza y otro cuerpo. . . Ambos forman el mismo “cuerpo mesiánico de Cristo” y sólo en ese cuerpo constituyen “una sola carne” y deben subordinarse mutuamente ((someteos!) en palabra que recoge el más hondo mensaje de Jesús (cf Mc 10, 42-45 par) y la parénesis fundante de San Pablo (cf. Flp 2, 1-4considerando cada uno al otro como superior!). El varón tiene que considerar superior a la mujer…, y la mujer tiene que considerar superior al varón, para así hacer camino de amor y comunicarse en igualdad.

– Leído desde su centro (partes b y c ¡léanse por favor!), el texto introduce una jerarquización ontológica o quizá mejor mítica de sexos (el espíritu sería masculino, la materia femenina). El esposo aparece así como mesías de la esposa, como si él fuera principio y garantía de la unión matrimonial. Llevada la comparación al límite habría que decir que el marido es salvador del cuerpo (de la mujer) por su misma condición masculina:: la limpia y purifica, conservándola sin mancha (Ca: 5, 26-27). Es evidente que, entendidas así, fuera del contexto, esas afirmaciones son anticristianas (harían al marido en exclusiva mediador de Dios y Cristo para su mujer).

– Leído desde el final (a’), Ef 5, 31-33 acaba interpretando todo el texto a la luz de Gen 2, 24 y supera así la misma visión jerarquizada de los esponsales. De esa forma empalma con a: con el tema la subordinación mutua (reversible, igualitaria) de los esposos. Es como si de pronto pareciera insuficiente el argumento anterior de cabeza y cuerpo (sôma) en b y c y debiera recordarse con Gen 2 que ambos (varón y mujer) han de realizar un único camino y forman así una sola carne (sarks) en la que ya no hay cabeza y cuerpo .

Lo fundamental sobre Flp 2, 1-5 lo ha dicho J. Heriban, Retto phronein e kênôsis. studo esegetico su Fil 2, 1-5. 6-11, LAS, Roma 1983. Ha destacado la importancia del sometimiento mutuo (reversible) de varón y mujer en Ef 5 S. F. Miletic, “One Flesch”: Eph 5, 22-24. 31. Marriage and the New Creation, AnBib 115, Roma 1988.
F. ARGUMENTACIÓN RETÓRICA

Es significativo el cruce de imágenes del texto. El centro del texto (b y c) parecía suponer que la mujer es sôma o cuerpo del marido, en clave de subordinación. Pero ahora descubrimos que ambos forman una sola sarks o carne, entendida como fragilidad y belleza vida compartida. Antes parecía que la mujer sola era carne de marido (cf 5, 29); al fin se afirma que cada uno es carne del otro. Más aún, conforme a la cita de Gen 2, 24, es el mismo marido quien tiene que “dejarlo todo” (padre y madre), para unirse la mujer que parece el miembro más activo en la pareja. . Recordemos también que Ef 5, 21-33 vuelve a situarnos desde una clave cristológica en el mismo principio evangélico de Mc 10, 1-12 (He desarrollado el tema en EL EVANGELIO DE MARCOS, ESTELLA, 2013)

Uno es cuerpo uno del otro, sin jerarquía

Siguiendo los principios habituales de la hermenéutica, la nueva teología cristiana debe reinterpretar en clave de igualdad aquella experiencia fundante de amor matrimonial que Ef 5 expresaba en términos de relación jerárquica. De esa forma pueden (y deben) invertirse las palabras primordiales del pasaje, situando el amor de esposo-esposa en la raiz o fuente del amor mesiánico de Cristo:

-Maridos amad a vuestras mujeres como a Cristo, porque vuestras mujeres son vuestra cabeza, como Cristo es cabeza de la iglesia.

– Mujeres amad a vuestros maridos como Cristo amó a su iglesia, entregándose por ella para santificarla y purificarla; ellos son vuestro propio cuerpo, como la iglesia es cuerpo de Cristo.

Texto que debe hacerse reversible

De esta forma han de aplicarse, en clave de inversión, los dos términos fundantes del símil que Ef 5 entiende en perspectiva jerárquica (desde el marido). Ciertamente, el marido es cabeza de la mujer; pero también hay que decir que la mujer es cabeza del marido: sólo así pueden someterse mutuamente el uno al otro “en el temor de Cristo”, como quiere 1 Ef 5, 21.

Ciertamente, debemos afirmar que la esposa es cuerpo del esposo. Pero, al mismo tiempo, hay que añadir que el esposo es cuerpo de la esposa: sólo así se entiende la fundamentación final del texto, allí donde se dice, citando a Gen 2, 14 que “marido y mujer forman una sola carne”. Este es un misterio de unidad que sólo se comprende plenamente desde Cristo: la unión plena de varón y mujer constituye una concreción privilegiada de aquella unidad corporal que constituye el mismo centro de la vida de la iglesia.

Leído así, este texto ha sido y puede seguir siendo positivo para el conjunto de la iglesia, pues se atreve a interpretar el matrimonio (unión varón /mujer) en clave cristológica: la vinculación afectiva de los humanos (especialmente el matrimonio) forma parte del misterio mesiánico. Es también bueno que la mujer quede valorada por su referencia al marido y viceversa, sin necesidad de entenderla como madre (es decir, a partir de los hijos). Pero son muchos los que piensan que ha sido peligroso es definir al mesías varón y a la comunidad como mujer y más peligrosa aún la simbología de cabeza y cuerpo.
Anotación “pastoral”

Ese lenguaje de Ef 5 está determinado por el contexto cultural y significa una vuelta atrás (una regresión) respecto al anuncio de Jesús y a la misma experiencia y práctica de Pablo. Pienso que en la catequesis actual debería desaparecer toda referencia al esposo como Cristo/cabeza y a la mujer como iglesia/cuerpo. La misión del verdadero Cristo se expresa por igual a través del varón y de la mujer; el misterio corporal de la iglesia alude a ambos. Eso significa que el texto ha de reformularse en lenguaje reversible de manera que allí donde se dice que el esposo es Cristo para la esposa se pueda añadir y la esposa es Cristo para el esposo; y allí donde se dice que el esposo es cabeza se pueda añadir que es también cuerpo de la esposa (y viceversa).
G. CONCLUSIÓN

El centro del pasaje es cristológico y quiere recordar a los esposos cristianos (¡no a otros!) que ellos como Cristo (los dos, tanto el marido como la mujer)… Que sean como Cristo significa que cada uno se entregue al otro, en respeto y entrega… Sólo una vez que eso está claro, como decía Pablo en Flp 2, 1-5, puede añadirse lo que sigue. En esa línea tenemos que añadir: o todo el evangelio es falso o lo que dice Ef 5 de los varones respecto a las mujeres se puede aplicar de forma reversible a las mujeres en su relación con los varones.

— Quizá debamos afirmar que Ef 5 ha referido el signo de Cristo a los varones como más necesitados para que ellos aprendan a subordinarse y servir a sus mujeres (superando así su afán de dominio).

— Pero debemos añadir que tan pronto como se aplica a los esposos el signo de Cristo, desaparece para ellos (para uno y para otro) toda actitud de dominio: nadie puede presentarse como superior al otro. Esta es la parada: el texto acepta la simbología patriarcarlista del tiempo, pero la rompe internamente al arraigarla en el gesto mesiánico del Cristo al decir que el varón es cabeza de la mujer (en sentido evangélico) no siendo cabeza en sentido mundano; y la mujer es cuerpo al hacerse en realidad cabeza del esposo.

Leídas de esta forma, desde el fondo del evangelio de Jesús que da su vida por los hombres, pierden su sentido las categorías anteriores de cabeza y cuerpo, de dominio y sometimiento. Ciertamente, si se emplea el antiguo simbolismo, habrá que seguir diciendo que la mujer es cuerpo del marido; pero es cuerpo de tal forma que no puede volverse nunca esclava; no es cuerpo para estar debajo del marido o recibir su semen (y engendrar así los hijos para el padre) sino para recibir la vida entera del marido que es señal de Cristo, haciéndose ella Cristo para ese marido. En esta línea habría aquí las estrategias de lectura e interpretación de J. -N. Aletti, Comment Dieu est-il juste? Clefs por interpréter l’épître aus Romains, Seuil, Paris 1991.
H. RESUMEN

(a) Novedad y riesgo de Ef 5, 21-33.

En el Antiguo Testamento, Dios aparecía como esposo de su pueblo. Pero, según Ef 5, el Dios esposo es Cristo; el pueblo esposa es la iglesia. Hasta aquí todo parece normal y se puede seguir hablando de igualdad entre varones y mujeres.

El problema empieza cuando se aplica ese modelo a la relación matrimonial interpretada en clave jerárquica: marido y mujer dejan de encontrarse ya en un mismo plano, para ocupar lugares diferentes dentro de la unión del matrimonio: El marido representa a Cristo y cumple una función salvadora, apareciendo como cabeza de una mujer interpretada como cuerpo, por el que debe entregarse hasta la muerte. La mujer representa a la iglesia, es decir, a la humanidad; por eso, ella ha de portarse de manera receptiva, dejándose transformar (santificar) por su marido, como la iglesia se deja santificar por Cristo.

En esa línea, ella es cuerpo regido por una cabeza; no ama sino teme, recibe con respeto agradecido el don de su esposo.

— De un modo tópico, Ef 5 ha tomado un modelo patriarcal que parecía lógico en su tiempo. Pero eso no lo explica todo, pues también Jesús y Pablo conocían ese modelo no lo aplican a la visión del matrimonio, ni en Mc 10, 2-12 ni en 1 Cor 7. Pues bien, este nuevo texto de la escuela paulina (Ef 5) lo ha hecho, iniciando así un camino nuevo y peligroso dentro de la simbología cristiana.

— Antes, dentro del mensaje de Jesús (cf. Mc 2, 18-19) o en la predicación de Pablo (2 Cor 11, 1), tanto varones como formaban la esposa mesiánica del Cristo, sin diferencia entre unos y otras. Ahora, la misma lógica del símil (un Cristo varón como esposo de una humanidad-mujer) y el patriarcalismo del ambiente han separado jerárquicamente las funciones, de manera que dentro del matrimonio el varón es Cristo (y cabeza), la mujer iglesia (y cuerpo).

Ciertamente, varón y mujer son uno en Cristo (como sabe Gal 3, 28); pero en Ef 5, a diferencia de Gal 3, 28, ya no se puede afirmar ya que no existen varón y mujer (como distintos y contrapuestos). En el mismo lugar donde Cristo había suprimido la desigualdad, haciendo surgir un nuevo ser humano (sin varón ni mujer, si esclavo ni libre), se introduce una nueva desigualdad paradójica en Cristo: el esposo es superior a su esposa, porque es cabeza y signo de Cristo, aunque no para mandar sobre ella, sino para servirla y entregarse por ella hasta la muerte; por su parte, la mujer es inferior, de tal manera que debe dejarse guiar por el esposo, como la iglesia por Cristo.
Tres lecturas.

De todas formas, el texto se encuentra construido de manera paradójica, y puede interpretarse de diversas formas, conforme se acentúe una de las partes que hemos destacado al traducirlo.

(a) Leído desde su fórmula inicial (¡someteos uno al otro), entendida como tesis o resumen de todo lo que sigue. el texto debería interpretarse en forma igualitaria y reversible: varón y mujer han de entregarse (someterse) uno a otro, en gesto de amor servicial fundado en Cristo. En este principio no hay jerarquía, uno arriba y otra abajo, uno cabeza y otro cuerpo… Ambos forman el mismo cuerpo mesiánico de Cristo y en ese cuerpo constituyen una sola carne, de tal manera que deben subordinarse mutuamente, uno al otro (¡someteos!), sin que uno de ellos sea superior al otro, según el más hondo mensaje de Jesús (cf. Mc 10, 42-45 par) y la parénesis fundante de San Pablo (cf. Flp 2, 1-4¡considerando cada uno al otro como superior!).

(b) Leído desde su argumento central (el varón es cabeza, la mujer es cuerpo…), el texto introduce una jerarquización ontológica o quizá mejor «mítica» de los sexos (el espíritu sería masculino, la materia femenina), de tal forma que el esposo aparece como mesías de la esposa, como si él fuera principio y garantía de la unión matrimonial. Llevada la comparación al límite habría que decir que el marido es salvador del cuerpo (de la mujer) por su misma condición masculina: así la limpia y purifica, conservándola sin mancha (Ef 5, 26-27). Es evidente que, entendidas de esa forma, fuera del contexto, esas afirmaciones son anticristianas (harían al marido en exclusiva mediador de Dios y Cristo para su mujer).

(c) Leído desde su parte final (ambos forman una sola “carne”…)  el texto acaba interpretando todo el texto a la luz de Gen 2, 24 y así supera también la visión jerarquizada de los esponsales. De esa forma empalma con el tema la subordinación mutua (reversible, igualitaria) de los esposos, de tal forma que cada uno es, a su manera, cabeza del otro, sin que ninguno de los dos sea superior. Es como si, de pronto, el autor de Ef 5, 21-33 hubiera insuficiente el argumento anterior de cabeza y cuerpo (sôma), que ha venido empleando en el centro del texto y se sintiera obligado a recordar con Gen 1, 26-27 y 2, 23-24 que ambos (varón y mujer) han de realizar un único camino y forman así una sola carne (sarks) en la que ya no hay cabeza y cuerpo.

Leído así, este texto ha sido y puede seguir siendo positivo para el conjunto de la iglesia, pues se atreve a interpretar el matrimonio (unión varón /mujer) en clave cristológica: la vinculación afectiva de los hombres (especialmente el matrimonio) forma parte del misterio mesiánico.

Es también bueno que la mujer quede valorada por su referencia al marido y el marido por la mujer, sin necesidad de entenderla como madre (es decir, a partir de los hijos), pues en Ef 5 no son necesarios los hijos para que se valore en el Cristo el amor del matrimonio.

Pero son muchos los que piensan (pensamos) que ese texto ha sido y sigue siendo sido peligroso porque define al Mesías como varón y a la comunidad como mujer y porque utiliza simbología de cabeza y cuerpo. Ese lenguaje está determinado por el contexto cultural y significa una vuelta atrás (una regresión) respecto al anuncio de Jesús y a la misma experiencia y práctica de Pablo.

Pienso que en la catequesis actual debería desaparecer toda referencia al esposo como Cristo/cabeza y a la mujer como iglesia/cuerpo, a no ser que esos símbolos se vuelvan reversibles.

— La misión del verdadero Cristo se expresa por igual a través del varón y de la mujer; el misterio corporal de la iglesia alude a ambos.

— Eso significa que el texto ha de reformularse en lenguaje reversible de manera que allí donde se dice que el esposo es Cristo para la esposa se pueda añadir que la esposa es Cristo para el esposo; y allí donde se dice que el esposo es cabeza se pueda añadir que es también cuerpo de la esposa y viceversa.