“Las golferías de nuestra Banca exigen la solidaridad de todos los defraudados por esa misma Banca”

Algo terrible hay cuando el Congreso se niega a investigar 

“Somos bueyes castrados a los que cada cuatro años se convoca a golpe de publicidad a unas elecciones.

Desde los tiempos no tan pretéritos en los que “la Banca de España era la más sólida del mundo” (Zapatero dixit) nos encontramos en el presente del “sálvese quien pueda”. Un “sálvese quien pueda” que significa que las trapisondas, frivolidades y golferías de nuestra Banca exigen la solidaridad de todos… de todos aquellos que fueron defraudados por esa misma Banca y que hoy engrosan las muy nutridas filas de la zozobra, del temor, de los recortes o del paro -Asaltados por la Banca-.

Revuelve las tripas, produce un asco infinito (y una impotencia total) el que tengamos que reconocer que necesitamos mantener en vida ese mismo sistema especulador que nos llevó al desastre porque en ello nos va la nuestra.

Y quienes se lucraron con nuestro dinero ayer y nos exprimen para su salvación hoy nos contemplan con olímpico desdén desde sus torres inalcanzables: como en el Ejército, hay Estado Mayor (ellos) y clase de tropa, que en las ordenanzas de Carlos III se definía como “la vil chusma de nuestro Ejército” (nosotros).

Y cuando a la exigencia del todos a una se responde con la lógica exigencia de que se ponga negro sobre blanco, que es lo que ha ocurrido, y quién o quiénes son los responsables del desastre (o el delito), nos contesta el PP con que de comisión de investigación nada de nada. ¡Y el PSOE primero le secunda y luego ni sí ni no!

Ciertamente, algo más que terrible está ocurriendo cuando a pesar del clamor ciudadano el Congreso de los Diputados se niega a querer conocer, a querer publicar el qué, el cómo, el cuánto (rapiñaron) y el quiénes. Se nos trata como a ganado. Bueyes castrados a los que cada cuatro años se convoca a golpe de publicidad a unas elecciones que, visto lo visto, sirven para lo de siempre.

¿Dónde está Cristo para echar a palos a los mercaderes (y fariseos) del templo?

Javier Nart